Su aparición congeló el ambiente. El silencio se hizo tan denso que se podía oír la respiración de cada uno de los presentes. La conmoción era unánime.
El rostro de Camilo se ensombreció. Apretó los puños y una chispa de furia brilló en sus ojos. ¡Había despertado!
—¡Ignacio! —Felipe fue el más afectado. Se levantó de un salto y corrió hacia él. Le tocó la cara, sintiendo el calor de su piel. No era un sueño—. Qué alegría que hayas despertado.
Ignacio alzó la vista hacia su padre. Parecía mucho más viejo que hacía unos meses, con más canas y un aspecto demacrado.
—Siento haberte preocupado —dijo tras un largo silencio.
Felipe, con los ojos anegados en lágrimas, negó con la cabeza, sonriendo.
—¿Qué te parece si esta noche hacemos limpieza en la casa? —le preguntó Ignacio.
—Cuenta conmigo. Estoy de tu lado.
—Perfecto.
La mirada afilada de Ignacio recorrió a cada uno de los presentes. A su paso, el miedo se reflejaba en sus rostros.
Especialmente en el de Julieta, que sudaba frío y apretaba las manos con fuerza.
—¡Ignacio, qué alegría que hayas despertado! El abuelo estaba muy preocupado por ti —dijo Petrona, siempre tan oportuna—. Con razón Sabri nos pidió que viniéramos todos. ¡Esto es una gran noticia! Ahora los negocios del Grupo Guerrero irán viento en popa.
Con sus palabras, no solo dejaba clara su postura, sino que también adulaba a Ignacio.
Camilo la fulminó con la mirada. ¿Acaso estaba insinuando que él no era tan capaz como Ignacio?
Desde que él había tomado las riendas, los beneficios de la empresa no habían hecho más que aumentar.


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