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Reencarné y mi Esposo es un Coma romance Capítulo 5

Pero Sabrina levantó el brazo, dejándolo fuera del alcance de Tania. Con su metro sesenta de estatura, Tania no tenía ninguna posibilidad contra el metro setenta y cinco de Sabrina.

Roja de ira, Tania saltaba en vano tratando de alcanzar el celular. Si Camilo no hubiera estado allí, ya habría estallado en insultos.

Camilo, observando la escena, le quitó el teléfono a Sabrina.

Tania, al borde de las lágrimas, se aferró a su brazo, suplicándole con la mirada.

—No lo mires.

—¿Por qué no? ¿No quieres que vea cómo te insulté y te deseé la muerte? —se burló Sabrina.

Tania la fulminó con la mirada. No le bastaba con haberle robado a su hombre, ahora también quería humillarla delante de él.

Sabrina le dedicó una sonrisa ladeada. "¿Estás furiosa? Pues esto no ha hecho más que empezar", pensó.

Finalmente, Camilo leyó los mensajes. Su rostro pasó del rojo a la palidez en cuestión de segundos.

Había sido Tania quien le había enviado a Sabrina una sarta de insultos vulgares, mientras que las respuestas de Sabrina habían sido siempre correctas.

—Cami, déjame explicarte. Solo fue un impulso, por eso la insulté —dijo Tania, recurriendo a su papel de víctima inocente, con los ojos llenos de lágrimas.

Su apariencia delicada, ahora acentuada por el llanto, la hacía parecer una muñeca de porcelana rota, una imagen tan conmovedora que a Camilo se le encogió el corazón.

—Sabía que Felipe quería cumplir hoy el compromiso de sus familias. Tú eres el mejor de los Guerrero, y era obvio que la señorita Molina te iba a elegir a ti. La rabia me cegó y por eso reaccioné así.

Al escuchar a Tania, Sabrina la miró con extrañeza. Aunque Camilo fuera el mejor partido, ¿cómo podía estar tan segura de que ella lo elegiría?

Una posibilidad cruzó su mente, y sus ojos se entrecerraron con agudeza. "¿Acaso Tania también ha renacido?".

—Cami, ¿me perdonas, verdad? —preguntó Tania, aferrándose al brazo de Camilo, con los ojos enrojecidos.

No era solo su condición de hija ilegítima lo que le impedía casarse con Camilo; el obstáculo más grande era la relación que había tenido con el padre de él.

Tania temblaba de ira, con los ojos anegados en lágrimas. Su origen era algo que no podía cambiar, una cruz que la obligaba a vivir con la cabeza gacha.

Por eso envidiaba tanto a Sabrina. Aunque los Molina habían muerto y ella era solo una huérfana, Felipe la trataba como a su propia nieta.

Durante todos esos años la había colmado de afecto, mientras que ella, Tania, había tenido que vivir escondiéndose como una rata.

Ver a Tania al borde del llanto, conteniéndose para no abalanzarse sobre ella y mantener las apariencias, le produjo a Sabrina una satisfacción mayor que ganar la lotería. Antes de irse, le lanzó una última estocada:

—¡Qué noche tan divertida! Pero ya no los interrumpo más.

***

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