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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 53

Lázaro la miró fijo y preguntó:

—¿Por qué te preocupas tanto por mí?

Karina se quedó helada por la cercanía y la intensidad con la que la interrogaba. Tardó unos segundos en poder sacar la voz.

—Tú me cuidaste en el hospital hasta que me dieron de alta. Ahora que tú te lastimaste, yo te curo la herida, ¿no es lo justo?

El hombre la sostuvo con la mirada por un buen rato, hasta que de pronto soltó una risa burlona y aflojó la mano.

Karina sintió un escalofrío inexplicable. Se apresuró a guardar el frasco de medicina y ya solo quería salir de ahí.

—Mañana quiero comer carne en salsa—. La voz baja de Lázaro la alcanzó cuando ya iba de salida.

Ella se detuvo en seco, forzando una sonrisa.

—Claro, mañana te preparo bastante. ¿Hay algo más que se te antoje?

Apenas terminó de hablar, se topó con la mirada voraz de él.

Esa mirada, como si le dijera sin palabras: “También quiero comerte a ti”.

Karina sintió cómo se le aceleraba el corazón. Dejó escapar un apresurado:

—Bueno, ya me voy—

Y salió volando de la habitación.

Cuando la puerta se cerró, Lázaro bajó la vista hacia el ungüento fresco en su brazo y, poco a poco, una sonrisa torcida se formó en sus labios.

...

Al día siguiente, Karina no pudo prepararle la carne en salsa a Lázaro.

Justo antes de salir del trabajo, recibió una llamada de su madre, Yolanda, pidiéndole que regresara a casa a cenar.

Hacía casi dos semanas que no iba a verlos. Así que aceptó de inmediato y le mandó un mensaje a Lázaro.

[Me surgió algo y tengo que ir a casa, no comas tantas sopas instantáneas, mejor pide algo de comer.]

Del otro lado no llegó respuesta, como si a él ni le importara.

Al volver a la mansión Leyva, Karina apenas cruzó la puerta y sintió el ambiente tenso.

Jimena, la trabajadora doméstica, la llevó aparte con urgencia y le susurró:

—El señor y la señora pelearon. La señora estuvo llorando mucho y no le habla al señor desde hace días.

Karina arrugó la frente.

—¿Por qué no me avisaste?

—La señora no quiso, dijo que no quería preocuparte—. Jimena soltó un suspiro cansado.

Karina se cambió y bajó a cenar. Ya en el comedor, la mesa estaba lista y los platos servidos.

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