Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 56

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—¿Y si no puedes solucionarlo antes de la reunión? —preguntó Lázaro, sin levantar la mirada mientras enjuagaba los platos.

Karina se detuvo en seco, apoyada en el marco de la puerta, sorprendida por la pregunta. Durante un momento, dudó si contestar con sinceridad o simplemente dar una respuesta evasiva. Pero algo en la calma de Lázaro, en ese modo tan suyo de no presionarla, la impulsó a hablar.

—No me lo permito —respondió, con una sonrisa que intentaba ocultar el nerviosismo—. Si no lo logro, todo lo que he hecho hasta ahora no habrá servido de nada. Y no pienso irme con las manos vacías.

Lázaro asintió despacio, como si comprendiera más de lo que parecía. Se secó las manos con una toalla y, sin volverse, soltó:

—Si necesitas ayuda, aunque sea para distraerte un rato, me avisas.

A Karina se le escapó una sonrisa, genuina y cálida.

—Gracias, en serio. Ya con que no me dejes comer porquerías, es suficiente.

—Eso sí, ni lo dudes —reviró él, sacando una sonrisa de media esquina.

...

La noche fue cayendo poco a poco, envolviendo la ciudad en ese silencio eléctrico que solo se rompe con el bullicio lejano de los carros. Karina volvió a su escritorio, la mente un torbellino de códigos y fórmulas. Entre sus notas, los diagramas del Sistema Firmamento parecían retarla, como si las líneas de programación se resistieran a dejarse domar.

Aun así, el aroma de la sopa de tomate y huevo seguía flotando en el ambiente, como un recordatorio de que, a veces, la vida ofrece pequeñas treguas.

De vez en cuando, Karina podía oír a Lázaro acomodando cosas en la cocina. El sonido del agua, el suave golpeteo de los cubiertos contra la loza, formaban una melodía doméstica que la ayudaba a relajarse.

Cuando por fin se hizo el silencio, Karina levantó la vista. Lázaro estaba en la puerta del estudio, apoyado con una mano en el marco.

—¿Vas a trasnochar otra vez? —preguntó.