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Saludo al General romance Capítulo 102

Una mezcla complicada de emociones se adueñó del rostro de Samuel mientras reflexionaba. Al final, dijo:

—Ya no nos será posible ir tras Cruz y Penélope mientras Dávila los proteja. Creo que deberíamos dejar que la familia Lobaina se encargue de ese asunto. Dejemos que «ellos» sean los que luchen contra Cruz ahora.

Pablo se rio con amargura.

—Pero el Señor Lobaina nos especificó que nosotros, los Sosa, teníamos que vengar la muerte del Señor Félix.

Samuel expresó con una sonrisa:

—Gabriel Lobaina siempre ha sido un hombre terco y autoritario; aunque le roguemos, él no cambiará de parecer. Sin embargo, he escuchado que su favorito es su segundo hijo, Carlos. Creo que debería hacerle una visita a Carlos y llevarle algunos obsequios extravagantes. Con suerte, eso le agradará lo suficiente como para hablar bien de nosotros con su padre. Quizás eso pueda hacer que Gabriel cambie de parecer y nos libere de nuestra tarea.

—¡Esa es una idea grandiosa! ¡Hagámoslo, entonces! —exclamó Pablo, mientras sus ojos brillaban de emoción.

La habitación privada más lujosa del Cubo Rojo en Alameda estaba llena de hermosas y jóvenes mujeres. Los hermanos Sosa estaban intentando adular a un joven de aspecto arrogante, que era nada más y nada menos que Carlos Lobaina. Carlos, al contrario de Félix, era el heredero de Gabriel y su hijo favorito. Además, él tenía un rango mucho más alto en la familia Lobaina que el de su hermanito bastardo. En ese momento, lo acariciaban dos mujeres mientras él las abrazaba. Ellas eran las chicas más populares que allí se ofertaban. Carlos vio a los hermanos, frunció el ceño y les dijo aburrido:

—¿Y bien? ¿Qué quieren? Estoy seguro de que no vinieron hasta aquí solo para tomar par de tragos conmigo.

Samuel y Pablo se sorprendieron al escuchar las palabras de Carlos. Ellos pensaban que él era uno de esos ricachones que perdían la cabeza cuando se les ponía enfrente algo que quisieran. En cambio, Carlos mantuvo la compostura mientras se preguntaba el motivo de ese regalo.

Samuel soltó una risita incómoda y dijo:

—No queremos mucho, solo ser su amigo.

—¿Es en serio? ¿De verdad esperan que me crea que ustedes vinieron hasta aquí y me dieron un obsequio tan caro solo porque querían ser mis amigos? Sin embargo, ya no necesito que me lo diga, pues ya sé por qué están aquí. Si no me equivoco, esto tiene algo que ver con mi maldito hermano, ¿no es así?

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