Como era fin de semana, la familia Cruz decidió ir de compras al Centro Comercial Lago Celestial.
Al llegar al centro comercial, Nataniel mandó a Penélope a que entrara primero con sus padres y con Reyna, mientras él estacionaba el auto. Penélope decidió llevarlos al tercer piso, donde estaban todas las tiendas de marcas famosas como Gucci, Chanel y LV. Nataniel había ido de compras con ella no hace mucho, así que no necesitaba comprar nada. El principal motivo por el que ella había ido al centro comercial hoy era para comprarle ropa a sus padres. Ellos siempre habían trabajado mucho para ella. A pesar de que ahora tenían una calidad de vida mucho mejor, aún vestían las mismas ropas viejas que usaban hace alrededor de una década.
Penélope los llevó a una tienda Gucci, mientras cargaba a Reyna en sus brazos. Bartolomé y Leila casi nunca iban a tiendas de marcas lujosas como esta. El padre estaba echando un vistazo por la iluminada tienda de ropa de alta calidad, cuando le preguntó a su hija en voz baja:
—Peni, esta ropa parece ser muy cara.
—Está bien. Yo quiero comprarles unas buenas prendas de vestir a ambos —respondió la hija con una sonrisa.
Ellos se quedaron anonadados cuando escucharon que su hija estaba allí para comprarles ropa. Ellos casi nunca habían comprado prendas de vestir lujosas como las que se exhibían en esta tienda. Leila miró de reojo la etiqueta de uno de los trajes que estaban en las perchas. Cuando vio el número que tenía la etiqueta, casi se le salieron los ojos de las órbitas de lo alarmada que estaba. Entonces, tiró de su esposo a un lado de la tienda y le susurró:
—¡Dios mío! ¡Este traje cuesta casi treinta mil!
Su esposo estaba igual de sorprendido que ella y le dijo al instante:
—¡Eso es indignante! Nosotros no podemos pagar esa cantidad. Creo que deberíamos regresar a La Casa de Elena. ¡Una prenda de vestir aquí es probable que equivalga a cientos de prendas allá!
Penélope abrió su boca para decirles que todo estaba bien y que ellos podían pagarlo; pero, antes de que ella pudiera decir nada, escuchó la voz chillona de una mujer que decía:
—¡Oiga! ¡Saque sus mugrientas manos de la ropa! ¡No toque nada si no puede pagarlo!
Una mujer con un rostro enojado y lleno de maquillaje caminó rápido hacia ellos. La etiqueta que llevaba en su pecho con su nombre decía «Gerente de la Tienda, Petunia».
Leila soltó la etiqueta que tenía en su mano al momento, como si le hubiese dado una descarga eléctrica. Ella lucía avergonzada y dijo:
Petunia ya había notado la forma de vestir de Penélope y al momento dedujo que ella era una trabajadora de oficina con sus padres del campo. Si ella hacía un esfuerzo, quizás pudiese comprar una o dos prendas de ropa de la tienda. Este era el motivo por el cual Petunia los había provocado adrede.
Si Penélope no tenía cómo comprar nada, Petunia tendría la oportunidad perfecta para echar a estos miserables desgraciados. En cambio, si Penélope se veía forzada a comprar algo, entonces Petunia podría obtener una buena comisión. Ella tenía todas las de ganar.
Petunia retaba con su mirada a Penélope, pues no tenía nada que perder. Penélope estaba enfurecida por las palabras de la gerente de la tienda y estaba a punto de comprar el traje, cuando Nataniel entró en el local. Al ver el furioso rostro de su mujer, él preguntó en voz baja:
—¿Qué sucedió?
Al verlo, Bartolomé, Leila y Penélope se relajaron un poco. Por alguna razón, su presencia siempre les proporcionaba seguridad y comodidad. Reyna, que estaba en los brazos de su madre, dijo:
—Papá, esta señora de aquí dice que somos muy pobres para permitirnos la ropa que venden en esta tienda. Está intentando echarnos.

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