Vicente parpadeó sorprendido por un momento y luego se disculpó con una sonrisa.
—Señor, nuestro jefe viene muy pocas veces al restaurante a resolver asuntos, a menos que sea por algo muy importante. Si usted no está satisfecho con la calidad de la comida o con el servicio que se le ha brindado, me lo puede decir a mí. Yo estaré más que feliz de servirle.
Carlos dejó de cortar su filete y levantó la cabeza para mirar al gerente con el ceño fruncido.
—¿Estás seguro de eso?
A pesar de que Carlos vestía como un caballero, cuando Vicente lo miró a los ojos pudo experimentar cómo un poderoso sentimiento de inquietud se apoderaba de él. Vicente se obligó a mostrar una sonrisa y respondió:
—¡Sí, Señor, estoy seguro!
Esas dos últimas palabras apenas habían salido de su boca, cuando se vio un destello del cuchillo que Carlos tenía en su mano. La afilada hoja cortó la garganta del gerente y la abrió al momento.
Con los ojos muy abiertos por el terror, Vicente se llevó las manos al cuello para tapar la herida en vano. El hombre se tambaleó hacia atrás, mientras la brillante y roja sangre salía a chorros sin parar por los espacios entre sus dedos. Finalmente cayó al suelo en un charco rojo que se había formado a su alrededor, ante los ojos horrorizados del resto del personal del restaurante. Los empleados huyeron deprisa y uno de los meseros gritaba mientras corría:
—¡Rápido, llamen al jefe! ¡Algo malo ha sucedido! ¡Han matado a alguien!
La expresión de Carlos transmitía calma mientras limpiaba la sangre de su cuchillo con una servilleta. Luego comenzó a cortar su filete de nuevo con el mismo cuchillo.
—¡Germán!
El hombre calvo dio un paso al frente y respondió de manera cortante:
—¡Sí, Señor!
—Bernardo y yo podemos ocuparnos de esta situación. Toma a veinte hombres y tráiganme la cabeza de Nataniel Cruz. ¿Una hora es tiempo suficiente? —ordenó su jefe con una voz apacible.
Germán se jactó con una sonrisa burlona.
—¡Más que suficiente!
Cuando dijo esto, hizo un gesto para que veinte de los hombres lo siguieran y se marcharon.
En el restaurante, solo quedaron Carlos, el inmutable Bernardo y otros diez hombres.
Unos minutos después, Tomás Dávila entró con Javier y diez de sus hombres.
—¡Felicitaciones, usted ha acertado! Como premio, obtendrá un oponente —dijo Carlos dando palmadas de aprobación. Luego se giró y le dijo a Bernardo—: Mátalo. Tómate tu tiempo.
—¡Sí, Señor!
Bernardo comenzó a caminar hacia Tomás con un rostro que no dejaba ver nada. Entonces, una daga negra se deslizó de su manga y cayó en su mano derecha.
…
Centro Comercial Lago Celestial
Cuando la familia Cruz salió de Hermes, ellos decidieron poner sus bolsas en los casilleros para de esta manera poder seguir haciendo más compras. Después de esto, Bartolomé y Leila llevaron a Reyna al noveno piso para comprar algunos juguetes, mientras que Nataniel y Penélope se dirigieron al quinto piso, donde vendían otros artículos lujosos. Penélope quería comprarle algo lindo a Nataniel. Después de pensarlo bien, se decidió por un reloj, así que fueron a Vacheron Constantin. Mientras ella miraba las opciones, su naturaleza selectiva no le permitía encontrar algo que le gustara. Por fin, encontró uno que ella pensó que le quedaría bien a Nataniel. El reloj era simple, pero mientras más lo miraba, más creía que le pegaba a Nataniel. Solo había un pequeño detallito que le molestaba. El reloj era parte de un juego de relojes de pareja, lo que significaba que no lo venderían de manera individual.
Ella estaba en una encrucijada; le gustaba mucho el reloj, pero tendría que comprar el juego completo. Si le regalaba el reloj de hombre a Nataniel, sería raro regalarle el reloj femenino a cualquier otra mujer. Sin embargo, si ella decidía usarlo, Nataniel podría malinterpretarlo, y la molestaría con ese tema sin piedad.
Al ver la indecisión de Penélope, la vendedora sonrió de manera encantadora mientras decía:
—Señora, Vacheron Constantin es una marca de relojes muy famosa en todo el mundo. Le aseguro que son de la mejor calidad. Este par de relojes les quedarían perfectos a usted y su esposo.

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