Las mejillas de Penélope se encendieron y ella comenzó a tartamudear.
—Yo… yo…
A la vendedora le preocupaba que Penélope desistiera de comprar los relojes y sacó un hermoso paraguas de repente.
—Si compra ahora los relojes, usted podrá llevarse como regalo este paraguas de edición limitada. Este paraguas negro lo elaboraron a mano algunos de los mejores paragüeros del mundo; solo el costo de manufactura es de diez mil cada uno. A pesar de que no se puede comparar con un paraguas Rolls-Royce de cien mil, el nuestro es de muy alta calidad.
Penélope, que no pudo resistirse a la persuasión de la vendedora, compró los relojes. Se sonrojó intensamente por la vergüenza. A ella le gustaba mucho el reloj de hombre y quería regalárselo a Nataniel.
Después de pagar la cuenta, Nataniel tomó el paraguas mientras Penélope llevaba la bolsa con los relojes y salieron juntos de la tienda. Él tenía dibujada una leve sonrisa burlona en el rostro, mientras que ella seguía con su cara encendida y avergonzada.
«¿Por qué compré esos relojes de pareja? ¡Esto es todo lo que me faltaba; ahora este idiota no va a parar de molestarme!».
Ambos continuaron caminando por el pasillo hacia el elevador, para encontrarse con los demás en el noveno piso. De repente, Nataniel paró su marcha y se quedó inmóvil. Penélope lo miró con curiosidad, preguntándose qué era lo que estaba sucediendo. Antes de que ella pudiese emitir cualquier sonido, notó que un hombre fornido y de cabeza rapada había aparecido en el medio del pasillo. Detrás de este señor, se podía ver un grupo de hombres vestidos con trajes negros, todos con una mano metida dentro del saco de sus trajes. Al ver el tamaño de los bultos, ella supo que tenían cuchillos bajo las chaquetas.
«¿Son asesinos?». En cuanto pensó esto, la sangre abandonó su rostro y se puso tan pálida como una hoja de papel.
Nataniel, en cambio, parecía estar muy calmado cuando le dijo:
—No tengas miedo. Cierra los ojos y sígueme con cuidado.
Sus palabras la reconfortaron y ella cerró sus ojos con obediencia. La mujer lo agarró por la punta de la camisa y siguió su paso sosegado.
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