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Saludo al General romance Capítulo 84

—¡Penélope, soy yo! —Félix se acercó y la miró con cariño—. Acabo de regresar de estudiar en el extranjero. En todos estos años que estuve fuera, no he podido olvidarme de ti. Vine a buscarte en cuanto volví. Penélope, me gustas. ¿Quieres ser mi novia?

La joven se quedó atónita. Cuando estaban en la universidad, Félix era el presidente del Consejo Estudiantil y ella era miembro del consejo. Fuera de ahí, no habían tenido ningún otro tipo de interacción. Entonces, ¿por qué le decía de repente que no podía olvidarse de ella y le confesó su amor? Pretendía rechazarlo de inmediato y decirle que no sentía nada por él, pues tenía un esposo y una hija. No obstante, antes de que pudiera pronunciar una palabra, el sonido de un auto deportivo la interrumpió.

Todos los presentes miraron al instante hacia dónde venía el ruido y quedaron boquiabiertos y sorprendidos, sin poder dar crédito a lo que veían.

Un Pagani Zonda, un auto deportivo valorado en más de treinta millones, apareció a la vista de todos. El Maserati se encogió de vergüenza ante él. Lo más sorprendente fue que el Pagani Zonda no disminuyó su velocidad y arrasó con las rosas que había en el suelo, justo antes de detenerse frente a Penélope y Félix.

Félix estaba sorprendido, con los ojos de llenos de ira.

Cuando se bajó la ventanilla, la joven se sorprendió al descubrir que la persona que conducía el Pagani Zonda no era otra que su esposo.

Nataniel frunció el ceño hacia Félix y luego miró a Penélope.

—Cariño, sube. Vamos a casa.

—¡Está bien! —Subió al auto y se marcharon mientras todos los que pasaban la miraban con envidia.

No fue hasta que el auto deportivo desapareció de la vista, cuando Félix recuperó la compostura. Miró las rosas aplastadas en el suelo y percibió las extrañas miradas que le dirigían los que le rodeaban. Su rostro se tornó de color bermellón, mientras que sus ojos se llenaron de resentimiento.

Penélope, que estaba sentada en el asiento del pasajero, tardó un buen rato en recuperarse del susto. Se volvió hacia Nataniel y le preguntó con recelo:

—¿De dónde salió este auto deportivo?

Él respondió con calma:

—Solo había un auto en casa. Tus padres salieron en él a comprar comida e iban a recoger a Reyna a la escuela. Yo no tenía en qué venir a buscarte, así que le pedí a un amigo que me enviara un auto para utilizarlo por un tiempo. No podía imaginar que iba a enviarme este.

Nataniel sonrió:

—Te creo. De todos modos, nadie puede apartarte de mí.

Las palabras de Nataniel hicieron que Penélope se sintiera un poco avergonzada y también un poco molesta. «¿Por qué está tan seguro?». Aun así, decidió explicarle su relación con Félix y le aseguró que no albergaba ningún sentimiento por él.

Nataniel sonrió y la miró burlonamente.

—Penélope, ¿te enamoraste de mí? ¿Por eso te apresuras a explicarme las cosas?, ¿porque no quieres que te malinterprete?

La cara de Penélope se sonrojó bastante y replicó molesta:

—¡¿Quién se enamoró de ti?! ¡Eres muy engreído!

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