Después del caos, un grupo de personas corrió a rescatar a los dos atrapados.
Daisy fue empujada por la multitud hacia un costado.
Su cuerpo se tambaleó sin control, hasta que se estampó contra la pared y apenas logró mantenerse en pie.
Frente a ella, las cabezas iban y venían, pero logró ver con total claridad cómo Oliver cubría a Vanesa con su propio cuerpo, protegiéndola sin dudar.
Sintió un dolor agudo donde tenía la herida en el brazo.
Daisy miró su herida con una sonrisa amarga.
Esa mezcla de miedo, angustia y preocupación que la había invadido hace un momento, se desvaneció rápidamente de su pecho.
Empezó a recuperar la calma, poco a poco.
El hábito es una cosa aterradora.
En el instante más peligroso, ella seguía actuando por costumbre, queriendo proteger a Oliver.
Igual que tres años atrás, cuando ella había acompañado a Oliver a visitar otro estado para ver un proyecto inmobiliario.
Aquella vez, surgió un conflicto entre el equipo del proyecto y los habitantes del lugar, y alguien le lanzó cosas a Oliver.
Daisy, sin pensarlo, se interpuso y lo cubrió. Cuando vio que iban a arrojarle un segundo huevo podrido, levantó la mano y le dio un buen golpe al agresor.
Esa palmada tan ruda fue famosa por hacer que las acciones de Grupo Prestige se dispararan, incluso cuando el mercado iba en picada.
Pero el hombre al que alguna vez protegió con su vida, ahora no dudaba en cubrir a otra persona entre sus brazos, sin importarle nada.
Álvaro, tras asegurarse de que la herida de Oliver no era grave, soltó un largo suspiro de alivio.
Vanesa estaba fuera de sí, con los ojos enrojecidos y la voz quebrada por el llanto.
—Oli, ¿te duele? ¿De verdad no te duele?
—Es solo un rasguño, no te preocupes —Oliver intentó consolarla con suavidad.
—¡Pero estás sangrando! ¿Cómo no te va a doler? —Vanesa apenas podía hablar, le soplaba la herida con cuidado—. Mejor te acompaño al hospital.
—No hace falta —replicó Oliver, restándole importancia.
Pero Vanesa no cedía.
—¡No, Oliver! Tienes que ir al hospital, ¿sí? Hazme caso, ¿sí?
Al ver que Vanesa insistía, Oliver terminó asintiendo.
Al fin y al cabo, el incidente había ocurrido en TecnoAgro Drones, así que Álvaro debía acompañarlos.
Él organizó el traslado en carro de inmediato, y personalmente ayudó a que Oliver subiera.
Ya cuando todos estaban dentro, a Álvaro le cayó el veinte.
—¿Y Ayala? ¿Por qué no vino? Con tanto alboroto, ni idea si salió lastimada.
Tal vez no lo había visto, pensó Daisy, o tal vez estaba ocupado.
Eso se repetía en su mente durante el vuelo.
Al aterrizar y encender el celular, seguía sin respuesta.
De pronto, Instagram le notificó que Oliver acababa de subir una nueva publicación.
Eso sí que era raro.
Oliver jamás subía nada a Instagram.
Intrigada, Daisy abrió la app para ver qué había posteado ese hombre que nunca publicaba nada.
[Alguien me cuida, y eso me hace sentir cálido.]
Acompañando el texto, una imagen.
Parecía una simple foto de comida, nada fuera de lo común.
Pero era una animación; al darle clic, se escuchaba el audio de la conversación.
Vanesa le hablaba a Oliver con tono de niña consentida:
—Oli, como estás lastimado, tienes que comer más para recuperarte. Esta sopa de pescado la compré especialmente para ti, ayuda a sanar las heridas.

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