Parecía que ni siquiera valía la pena intercambiar una palabra más con ella.
Daisy jamás imaginó que terminar una relación, separarse en buenos términos, podría ser algo tan complicado.
El final siempre resulta más caótico que el inicio.
Pero ya no importaba.
Ella había puesto el punto final a esa historia.
Que Oliver le respondiera o no, que asintiera o siguiera en silencio, ya no cambiaba nada.
Yeray llegó para llevar a Daisy a cenar. Le había dicho que ya sabía cómo quería que Daisy le pagara el favor.
Lo que Daisy nunca esperó fue que Yeray hubiera hecho reservación en la Bodega del Arroyo.
A veces la vida tiene un sentido del humor retorcido.
Tanto tiempo deseando ir a ese restaurante con Oliver, soñando con una cita ahí.
Al final, fue Oliver quien llevó a Vanesa.
Y ella, la que llegó con Yeray.
—¿Qué pasa? ¿No te gusta este lugar?
Yeray la vio quedarse quieta, pensó que no le agradaba el restaurante y enseguida sugirió:
—Si quieres, vamos a otro sitio.
—No es eso —negó Daisy con una sonrisa suave—. Al contrario, me encanta aquí.
Le gustaba tanto que había querido venir con la persona que le gustaba.
—Sabía que te iba a gustar. Este restaurante está de moda en internet, a la mayoría de las chicas les encanta el estilo.
Yeray había reservado una mesa privada, el ambiente era tranquilo y elegante.
Ese entorno le ayudó a Daisy a dejar de lado el ánimo decaído con el que había llegado.
Cuando Yeray le cedió la carta para que pidiera lo que quisiera, le recordó:
—Solo no pidas platillos picantes, acuérdate que te hace daño al estómago.
Daisy, sin pensarlo mucho, eligió todos los platillos que había querido probar desde antes, incluyendo algunos condimentados.
Antes de que Yeray dijera algo, admitió su pequeño desliz y prometió que solo los probaría, sin abusar.
—Que no se repita —accedió Yeray al final.
En medio de la comida, sonó el celular de Yeray. Salió un momento a contestar la llamada.
Pero cuando Luis entró, era obvio que traía el mal humor pintado en la cara, como si alguien lo hubiera hecho enojar.
Vanesa, con su sonrisa de siempre, preguntó:
—¿Y ahora qué te pasó?
Luis pensó en mencionar a Daisy, pero sintió que arruinaría el ambiente, así que solo negó:
—Nada, no pasa nada.
Después de todo, Vanesa era tan increíble que Daisy ni siquiera podía compararse con ella.
Ni de cerca.
Así que pensó que seguramente Yeray y Daisy solo estaban cenando como amigos.
Además, si su primo alguna vez había salido con alguien tan destacada como Vane, dudaba mucho que le interesara una mujer como Daisy.
Con esa idea, Luis se sintió más tranquilo.
Durante la cena con los dos cerebros financieros, Luis no tenía nada que aportar. Se la pasó callado, escuchando cómo hablaban de proyectos, riesgos y futuro.
En ese momento, estaba más convencido que nunca: solo Vanesa y Oli hacían buena pareja.
Daisy, pensó Luis, ni siquiera era digna de atarle los zapatos a Vanesa.

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