Todos los análisis y comentarios que Daisy había dado eran de lo más profesionales.
La presidenta Zamora, incapaz de contener su curiosidad, le preguntó:
—¿Tú estudiaste computación?
Daisy negó con la cabeza.
—Es que te escuché hablar tan técnico que pensé que era tu especialidad.
—Lo que pasa es que, antes de empezar cualquier proyecto, siempre investigo a fondo, analizo todo y evalúo si vale la pena invertir, si conviene esperar o si de plano hay que dejarlo pasar. Por eso suelo saber un poco más que los demás, pero la verdad solo es superficial, no puedo decir que soy experta.
A la presidenta Zamora ya le caía bien Daisy por su forma de ser, pero ahora que había visto su actitud profesional, no dudó en decidirse.
—Este proyecto, yo le entro. ¡Invierto!
—Pero si ni siquiera te he explicado los detalles...
—No hace falta. Confío en tu visión —soltó la presidenta Zamora sin titubear.
Daisy se sintió agradecida.
—Entonces, después agendamos para platicar bien.
—Por mí está perfecto, toda esta semana voy a estar en San Martín. Cuando gustes, búscame.
Daisy apenas iba a chocar su copa con la de la presidenta Zamora cuando, de pronto, una voz ácida y burlona se escuchó a sus espaldas.
Era Luis.
—Hay gente que de plano no tiene remedio, traiciona a quien le da de comer nomás por conveniencia.
—No hables así de Ayala —intervino Vanesa, aparentando que defendía a Daisy.
Pero Luis nunca dijo nombres, así que su comentario más bien lo confirmaba.
—No estoy diciendo mentiras. Todavía ni se va de Grupo Prestige y ya anda presentando proyectos a otras empresas, seguro no es la primera vez que hace cosas a escondidas. Yo digo que Oli debería investigarlo bien —insistió Luis, evidentemente molesto.
Vanesa miró a Daisy con resignación.
Luis se quedó helado. No esperaba que Daisy se atreviera a enfrentarse a Oliver, y menos frente a todos.
Jamás había pasado algo así.
Él, que siempre buscaba cualquier oportunidad para burlarse de Daisy, en ese momento no pudo decir ni media palabra.
Vanesa también se atragantó con la actitud de Daisy.
Su intención era que Oliver la rechazara, que la viera mal.
Jamás imaginó que Daisy fuera a ser tan firme.
El ambiente se volvió tenso, como si nadie supiera qué hacer o decir en ese instante.
Daisy pensó que Oliver haría lo de siempre: ignorarla, actuar como si sus palabras no valieran nada, o simplemente hacerse el desentendido sobre su renuncia.
Pero Oliver, por fin, dio su respuesta.
—Está bien, el lunes vienes a firmar tu salida.

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