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Siete Años para Olvidar romance Capítulo 93

Como si temiera que Oliver no pudiera ver bien, Luis se hizo a un lado, abriéndole espacio para que pudiera observar perfectamente lo que ocurría dentro de la habitación.

No perdió la oportunidad de burlarse de Daisy:

—De veras que uno nunca termina de conocer a la gente. Siempre te haces la digna, como si nada ni nadie te pudiera tocar, y mira nada más, resultaste ser más atrevida que cualquiera. Te subestimé, la neta.

En eso, la voz de Vanesa se escuchó desde afuera:

—Oli, perdón, le dije a Luis el número de cuarto equivocado. Me preocupaba que se perdieran y por eso vine corriendo a buscarlos.

Vaya que aquello se estaba poniendo movido.

Claramente, Oliver había venido a buscar a Vanesa, pero por un error terminó en el mismo cuarto donde estaba Daisy.

Luis preguntó:

—¿No era el 9208?

—No, es el 8926 —aclaró Vanesa.

La diferencia entre 9208 y 8926 era notable; ni siquiera estaban en el mismo piso.

Que Vanesa se confundiera hasta en eso hacía dudar sobre la autenticidad de ese presunto doctorado en economía del Wharton School que tanto presumía.

—Ay, Ayala —exclamó Vanesa fingiendo apenas notar a Daisy, con un dejo de sorpresa.

De inmediato, se dio cuenta de que Daisy ya había renunciado a Grupo Prestige, así que el apellido no sonaba apropiado y corrigió:

—Perdón, es que ya me acostumbré a llamarte Ayala. Olvidé que ya no trabajas con nosotros.

Su mirada andaba de un lado a otro dentro de la sala, obvio solo había ido a enterarse del chisme.

O quizás, había ido ex profeso a presenciar el espectáculo.

Tal vez por eso dijo mal el número del cuarto, para que Oliver llegara y la sorprendiera “contratando acompañantes”.

Qué dedicación, la suya.

—¿No estaremos interrumpiendo a la señorita Ayala? —preguntó Vanesa, con un tono que simulaba preocupación, pero su expresión la delataba por completo.

Oliver seguía en silencio, manteniéndose a cierta distancia de Daisy.

En cuanto terminó de hablar, el cuarto se sumió en un silencio absoluto. Hasta el aire parecía haberse detenido.

Pero Daisy, en medio de todo eso, se despidió de la presidenta Zamora con toda naturalidad y se fue.

¿Luis no siempre se burlaba de que la usaban y no le daban nada a cambio? Ahora quería que supiera quién era la que, en realidad, estaba aprovechando la situación.

Apenas Daisy se marchó, los ojos de Oliver se entrecerraron y su presencia se volvió aún más intimidante.

Luis, temblando, solo pudo murmurar:

—Oli…

—¿Y a ti quién te manda meterte con ella? —Oliver, con el ceño fruncido, dejó caer la frase y se fue sin mirar atrás.

—Oli… —Vanesa también había perdido el color, pero aun así lo siguió de inmediato—. El presidente Narváez lleva rato esperándote. Le dije que vendrías y por eso no se ha ido.

Tenía miedo de que Oliver la dejara sola y no la acompañara a la reunión con el presidente Narváez.

Por suerte, Oliver no pareció afectado por lo que acababa de pasar y fue con ella a ver al presidente Narváez.

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