Zack la miró fijamente por un segundo. Sabía todo el rencor y la desesperación que Mason la había hecho pasar, pero él no podía pasar por alto todo lo que estaba sintiendo, por eso estaba decidido a irse.
—Lo siento, de verdad. No te merecías nada de eso, pero no estoy bien. Necesito sacarme esto de alguna forma...
—¿¡Y eso no puedes hacerlo aquí!? ¿No puedes hacerlo conmigo? ¿Con Adriana? —lo increpó ella.
—¡Claro que no! ¡No puedo estar así cerca de ustedes, no podría dejar de pensar en lo que hice, porque cada vez que te veo...! —Zack se interrumpió y Andrea ahogó un sollozo porque ya sabía cómo iba a terminar aquella frase.
—Cada vez que me ves recuerdas que mandaste a matar a un hombre por mí —terminó y cerró los ojos para no tener que ver aquella tristeza en sus ojos.
Por un largo minuto le dio la espalda y miró a la ventana. No podía creer que otra vez estuviera pasando, que otra vez fuera a quedarse sola por culpa del mismo hombre que ni siquiera después de muerto dejaba de hacer daño.
Zack se acercó a ella como si pudiera leer sus pensamientos.
—No te vas a quedar desamparada —murmuró y eso la hizo sentirse todavía peor—. Esta casa está pagada por un año, puedes seguir trabajando con Ben como te enseñé y en esta cuenta...
—¡Zack, no! —intentó interrumpirlo Andrea pero él tomó sus manos, poniendo en ella una tarjeta bancaria.
—Escúchame, tienes mi apellido ahora. En unos días saldrá la resolución de la adopción, pero ya sabemos que será positiva. Tienes mi apellido para respaldarte, mis padres están aquí, mis hermanos también, así que las dejo con mi familia, no van a estar solas... —Zack respiró pesadamente y la hizo apretar la tarjeta—. Hay dos millones de dólares en esta cuenta a nombre de Andrea Keller. Todo es tuyo. Tú vas a estar bien y yo solo necesito un poco de tiempo. ¿Está bien? Solo un poco de tiempo...
Andrea pasó saliva, era duro que él todavía no entendiera que podía dejarla sentada en un trono y aun así le estaba destrozando el corazón. Dejó la tarjeta sobre el tocador y asintió.
—Vamos, te llevo al aeropuerto —sentenció.
—No tienes que...
—Lo sé, pero quiero hacerlo.
Sin decir otra palabra salieron de la casa y subieron al auto. El camino estaba lleno de silencio, el único sonido era el del motor ahogado por el peso de los pensamientos. A cada kilómetro que se alejaban Andrea sentía como si le arrancaran un pedazo de alma, cada vez que miraba a Zack sentía como si su corazón fuera desgarrado en mil pedazos.
Al final todo era su culpa, en el fondo estaba muy consciente de eso.
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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