UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 147

Hacía tiempo que se había puesto el sol cuando Zack se detuvo en el camino de entrada y apagó el coche. La casa estaba iluminada en la oscuridad y podía ver las siluetas de los muebles en las ventanas, iluminados por la suave luz amarilla de las lámparas. Abrió la puerta del coche y salió, con los pies crujiendo en el asfalto arenoso y el corazón oprimido en el pecho. Solo iba por un baño, no había tiempo para más antes de volver a quedarse con Andrea, pero el médico había sido claro: si quería estar con ella necesitaba sacarse de encima el polvo de África.

Procuró no tardar mucho y luego pasó por la casa de sus padres, a darle un beso a Adriana, que ya dormía en su cunita.

Cuando él llegó de nuevo al hospital sus hermanos aprovecharon para ir a descansar también.

—Deberías irte, has estado muchas horas de viaje —le dijo Zack a Chiara y ella asintió.

—Me iré en un rato, pero primero voy a asegurarme de que estés bien —dijo su hermana acariciando su cabello.

Zack se sentó junto a Andrea y tomó su mano, quería abrazarla y decirle que lo sentía. Pero todavía debían atravesar un largo camino de dolor antes de llegar a cualquier clase de perdón

—Lo siento mucho —le dijo, besando sus dedos—. Lo siento mucho, Pastelito.

Chiara negó con la cabeza y se acuclilló a su lado.

—Oye, nada de esto es culpa tuya —le aseguró—. Andrea no se enfermó solo porque te fuiste, ha estado bien cuidada, lo mismo ella que la nena, pero no podemos controlar todo. Y sobre lo demás... el motivo por el que te fuiste... —Chiara puso las manos a ambos lados de la cara de Zack—. Eso tampoco es tu culpa. Fue otra persona quien mató a Mason. Otra persona es la culpable. No tú.

—Lo sé, pero yo...

—¡Pero tú nada! Mason Lee se murió porque Jhon Hopkins quiso que se muriera —sentenció y vio a su hermano arrugar el ceño con un gesto de incomprensión.

—¿De qué hablas? —murmuró aturdido.

—De que Jhon Hopkins sabía que lo iban a matar, sabía que lo estaban matando y no hizo nada —respondió Chiara—. Él pudo evitarlo en cualquier momento, pudo llegar a tiempo, intervenir... pero decidió no hacerlo, así que la muerte de Mason pesa sobre sus hombros, no sobre los tuyos.

Zack sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas y sacudió la cabeza para espantarlas. Las palabras de consuelo de su hermana significaban mucho para él, pero no estaba seguro de poder creerlas.

—¿Cómo sabes eso?

Chiara se despidió y pocos minutos después el doctor por fin salió de la habitación de Andrea.

—Buenas noticias. Andrea está respondiendo bien a los antibióticos, sus valores han mejorado notablemente en las últimas horas —le sonrió el médico con alivio—. Con un poco de suerte mañana despertará mucho mejor.

Zack asintió, eso le devolvía un pedazo de su alma, pero el resto todavía estaba ahí dentro de Andrea.

—¿Y... el embarazo? —se aventuró.

—Todavía no sabemos, conocemos las estadísticas pero a veces suceden milagros. Tenemos que esperar —dijo el doctor y Zack se mesó los cabellos.

—¡Dios, no debí irme! —murmuró restregándose la cara pero el doctor puso una mano sobre su hombro con un gesto tranquilizador.

—Señor Keller, no se culpe. Esto que tiene su esposa no lo agarró ayer ni hace unos días —le explicó—. Para que la bacteria se haya desarrollado así, debe tener más de tres semanas en su sistema, y no había cómo darse cuenta hasta que aparecieran los peores síntomas.