UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 222

Cuando Loan comenzó a tensarse sin control, solo atinó a enredar las manos en su cabello para levantarla y las caderas Danna fueron a topar con las suyas. Sintió su miembro caliente contra su intimidad y se mordió los labios mientras bajaba sobre él, moviéndose en círculos para tomarlo todo.

Rápidamente, el ritmo se volvió frenético, sus cuerpos estaban en perfecta sintonía y le sonrío mientras lo sentía llegar al límite de su sexo y seguir empujando todavía. El fuego que sentía en su interior era algo indescriptible. Ella no quería detenerse, estaba enloquecida de placer y empujaba con todas sus fuerzas hasta que los dos rodaron por el suelo y sus rodillas casi se juntaron con sus manos sobre la alfombra.

—No te muevas —le advirtió Loan—. Mañana tienes que entrenar y si me descontrolo no vas a poder dar ni un paso, ¿entendido?

Ella asintió desesperada y un segundo después lo sentía invadirla despacio, como si quisiera alargar aquella tortura tanto como fuera posible. Cada célula de su piel se estiraba para darle paso, Danna gemía y casi sollozaba del placer que le provocaba aquel golpeteo contra su trasero que muy pronto se convirtió en un concierto de gruñidos, como su fueran dos animales salvajes.

Sus caricias eran desesperadas por la urgencia de sentirse uno al otro, como si aquella noche no tuviera fin. Los gemidos de ambos se combinaron para llenar la estancia, hasta que Loan sintió los primeros espasmos violentos alrededor de su miembro. Disfrutó oírla, escucharla correrse ferozmente antes de que él hiciera lo mismo y cayera rendido sobre ella.

Danna suspiró mientras él le daba la vuelta, y apoyó la mejilla en su hombro. Se quedaron así un buen rato, abrazados y sin hablar, porque simplemente no hacía falta.

—Quédate esta noche —le pidió ella y Loan levantó una ceja llena de insinuaciones—. ¡No solo a follar, idiota! —rio Danna—. Quédate a dormir conmigo.

Loan pasó saliva, porque a lo mejor solo eran imaginaciones suyas, pero el hecho de que ella le pidiera más que sexo ponía a volar sus esperanzas.

—Claro —susurró él besando su cabeza—. ¿Dónde están las mantas para el sofá?

Danna se levantó sobre un codo y lo miró a los ojos mientras él apoyaba la cabeza en aquella mano detrás de su nuca.

—¿Quieres que te lo diga con todas sus letras, verdad? —le dijo y Loan se hizo el inocente—. Muñeco, ¿quieres quedarte esta noche, en mi cama, al ladito mío, durmiendo conmigo?

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