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A Ella la Salvaste, a Mí Me Perdiste romance Capítulo 8

Justo cuando la enfermera estaba por hablar, Eduardo apareció sonriendo y comentó:

—Es una mujer embarazada del piso de arriba, la corrieron del hospital anterior.

—Fer, no le hagas caso a lo que dicen. Ellas siempre escuchan tanto chisme que terminan confundiendo las historias.

Fermín siempre confiaba en lo que decía Eduardo.

Además, durante todos estos años, él y Macarena siempre tuvieron cuidado, y Macarena tampoco era de las que podían tener hijos tan fácilmente.

Con tono despreocupado, preguntó:

—¿Y Macarena? Supe que también vino al hospital.

Eduardo, incómodo, desvió la mirada.

—Ella… no fue nada grave, solo se raspó un poco.

—A lo mejor escuchó que venías a ver a Abri y fingió que se lastimaba para llamar tu atención o hacerte una escena de celos.

Mientras Eduardo decía esto, lanzó una mirada fugaz a Fermín, esperando alguna reacción.

Fermín no sospechó nada. Frunció las cejas, soltó una risa desdeñosa y se fue sin mirar atrás.

Eduardo dejó escapar un suspiro de alivio.

Cuando Fermín se alejó, Eduardo se acercó a las dos enfermeras y les advirtió en voz baja:

—Lo que pase en este cuarto, nadie lo comenta afuera, ¿entendido?

Fermín y Abril apenas habían logrado darse otra oportunidad, y Eduardo no pensaba dejar que nada arruinara eso.

Aunque sabía que Fermín no sentía nada por Macarena, no podía estar seguro de que, ante la existencia de un hijo, no cambiara de opinión, o que no se compadeciera de Macarena por el bebé.

Como fuera, mientras él estuviera ahí, no dejaría que los planes de Macarena funcionaran.

...

Macarena permaneció dos días más en reposo antes de dejar el hospital. Lo primero que hizo fue comprarle un lugar en el cementerio a su bebé.

Desde antes de nacer, ese niño nunca fue esperado, así que Macarena ni siquiera había comprado ropa o juguetes para él.

Fue al centro comercial y, guiada por la vendedora, terminó llevándose todo lo que pensó que podría haberle servido.

Al final, hasta la vendedora trató de detenerla:

—Señora, los bebés crecen muy rápido, no es necesario comprar tanto, se desperdicia.

Macarena sintió un nudo en la garganta.

Negó con la cabeza.

Su bebé ya no iba a crecer jamás.

—Tirín tirín—

El celular empezó a sonar.

Macarena lo sacó del bolsillo y vio que era Florencia Gómez, la madre de Fermín, quien también era su suegra.

—Macarena, me enteré de que llevas tres días sin aparecerte por la casa. Vaya, cada vez te crees más valiente, ¿eh? ¿Me quieres explicar qué significa esto?

Ni bien contestó, Florencia la recibió con una carcajada despectiva y la atacó de inmediato.

Esta vez, Macarena ya no sintió esa urgencia de antes por justificarse o explicar sus dificultades.

Su voz sonó tranquila:

—No es nada importante.

Florencia se quedó callada un instante, y luego replicó fastidiada:

—¿Y ese tono tuyo, Macarena?

Como siempre, no importaba lo que dijera, Florencia encontraba la forma de criticarla, de buscarle defectos.

Florencia nunca la aceptó y constantemente sembraba discordia entre ella y Fermín.

Recién casados, Fermín detestaba a Macarena y solía no regresar a casa por las noches, pero Florencia insistía en que ella le llamara o fuera a buscarlo personalmente.

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