Capítulo nueve: Mi esposa en toda regla
"Narra SOfia Wilson"
Una parte de mi ser quería hacerlo, pero al final la tonta ingenua ganaba. Por alguna razón, por inexplicable que fuera después de todo lo que me había hecho, yo seguía queriendo a Emma. Era mi hermana, llevábamos las misma sangre… Simplemente no podía, porque yo no era ella, no me le parecía en nada.
Sacudí la cabeza con una sonrisa amarga.
—No, eso ya no es asunto mío —dije por fin, suspirando apesadumbrada—. Lo que haga o deje de hacer mi familia no me importa. No quiero saber de ellos.
—Si así lo quieres —murmuró con un extraño tono y algo en mi interior me dijo que él ya tenía sus propios planes.
—¿Puedes llevarme a la habitación? —le pedí sin muchos ánimos—. Estoy cansada.
No era mentira. Había sido un día cargado de demasiadas emociones, tenía muchas cosas en las que no quería pensar, pero que no podía dejar de hacerlo. El matrimonio falso, la noticia del bebé que todavía no había asimilado, mi hermana con sus patrañas todo para conseguir a mi novio y Archie… Oh, Archi, me traicionó de la peor manera. Lo que yo hice drogada y manipulada, él lo hizo por voluntad propia, porque sin importar los trucos que Emma hubiera utilizado, él había cedido. Y no solo la había metido en su cama, sino que le habia hecho un hijo.
¿Por qué lo había hecho? ¿Tenía acaso algo que ver con que yo quisiera guardarme hasta el matrimonio y me negara a sus tantas peticiones de pasar la noche juntos?
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La habitación era tan lujosa como el resto de la casa. No sabía nada de diseño o decoraciones, pero podía adivinar que el incluso el jarrón pequeño que adornaba la mesa de estudio valía más dinero que todo mi sueldo de un año. Ligada a las emociones del día, también tenía que lidiar con tanta riqueza y esplendor. Me costaba creer que estaba allí, que durante los próximos meses esa sería mi casa y yo sería… la señora Galanis.
Al ver que Apolos no parecía con intenciones de marcharse, tiré la maleta sobre la cama y la abrí para comenzar a desempacar. Sin embargo, aunque no le prestaba demasiada atención, no me pasó desapercibida su desagrado al verme sacar mis pertenencias.
—¿Eso es todo lo que traes? ¿Cuatro trapos? —bufó. Incluso parecía incrédulo—. ¿De verdad eres una mujer?
Tratpe de disimular mi mala cara, no sé si lo logré, lo que si sé es que la rabia contenida me permitió contestarle sin pensar.
—Dímelo tú —repliqué con un chasquido de lengu antes de ir hacia el armario—. ¿No parecía una cuando te acostaste conmigo?
—Estaba drogado —torció la boca.
Yo apreté los dientes mientras abría el armario para colocar mis escasos cinco conjuntos de ropa. Entonces, me quedé con la boca abierta de par en par. Había ropa ahí… ropa suya. ¿Era esta su habitación? ¿Tenía que dormir con él?

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