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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 491

Al ver esa cara tan familiar, Celia se quedó petrificada por un instante. Había imaginado innumerables veces la posibilidad de que él siguiera con vida, pero ahora... allí estaba, frente a sus ojos.

Cuando ella estuvo desmayada, él estaba a su lado… ¡No había sido una ilusión! ¡Él siempre había estado a su lado! Pero en ese momento, en vez de alegría, una oleada de rabia e indignación la invadió. Apretó los puños sin poder evitarlo.

—¡Deja de hacer teatro! Ya lo viste antes, ¿no? —le dijo a Jacob, con voz cargada de exasperación.

Jacob se atragantó, rascándose la cabeza con incomodidad, sin poder crees que tan mala hubiera sido su actuación. Celia giró sobre sus talones y regresó al dormitorio por su cuenta.

—Señorita, él...

Jacob no sabía qué hacer. ¿Debería echarlo o dejarlo entrar? La mirada de César se posó en él.

—Quiero hablar con ella a solas.

—Eso no me parece adecuado… Ella ha dicho que quiere verlo.

—Te pagaré el doble.

Jacob contuvo la respiración y, sin dudarlo, se hizo a un lado.

—Pase usted.

Dentro del dormitorio, Celia empaquetaba la ropa con movimientos bruscos, arrojando las prendas del armario sobre la cama. César se apoyó en el marco, observándola un buen rato antes de reírse.

—¿Por qué le tomas tanta rabia a la ropa? Aquí me tienes a mí.

—Más te valdría estar muerto.

—No fue mi intención engañarte —dijo César, acercándose.

Ella le tiró la ropa que tenía en las manos, obligándolo a retroceder un paso.

—¿No fue tu intención? ¡Por esa explosión, tu familia me echó toda la culpa! Seguro que querías que nunca pudiera olvidarte, ¡y luego esconderte para verme sufrir por ti! Pues sí, sufrí mucho. ¡Espero que estés satisfecho por lo que viste!

César la dejó desahogarse, aceptando su ira sin quejas. Cuando ella por fin se calmó, él recogió la ropa del suelo y la colocó ordenadamente.

—Yo nunca pensé eso.

Celia guardó silencio. Él se acercó, rozando suavemente los dedos de Celia con los suyos. Luego, estos se entrelazaron.

—En ese momento, yo también creí que moriría.

A Celia le cosquilleó la palma de la mano. Ella mordió su labio y retiró la mano, volviéndose hacia él.

—Señor Herrera, supongo que no habrás olvidado que nos divorciamos hace seis meses, ¿cierto? —dijo ella.

César se tensó de inmediato, apretando los labios.

—Ya que estamos divorciados, deja de andar con tanta familiaridad. —Celia lo apartó de un golpe—. Tengo que hacer la maleta. Sal de aquí.

César la miró y rio con amargura.

—Entonces, señorita Sánchez, ¿puedo pretenderte de nuevo?

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