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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 102

—¿Ah, sí? —replicó Tobías, arrastrando las palabras—. ¿O sea que te estoy estorbando?

Hugo sonrió, tratando de evadir el conflicto. —No me atrevería.

Tobías bajó la mirada y se dirigió a Belén. —¿Este es al que querías que ayudara?

Belén, sin ganas de escuchar una discusión entre ellos, le dijo a Tobías: —Es muy tarde. Señor Tobías, debería irse a descansar.

—Ah —respondió él, con frialdad.

Luego, volvió a mirar a Hugo y, al ver que no tenía intención de irse, añadió con fastidio: —Parece que este señor no entiende indirectas. Mi amorcito te está corriendo. A ti, ¿entiendes?

Hugo ignoró por completo a Tobías y miró a Belén.

Ella también lo miró y le dijo: —Hugo, tú también deberías ir a descansar.

Él seguía preocupado. —¿Y si regresan?

—Conozco a Fabián —dijo Belén con una sonrisa—. Una vez que se va, no vuelve.

Hugo no tuvo más remedio. Si Belén no lo invitaba a quedarse, no podía insistir. Además, un hombre y una mujer solos a esas horas no era lo más adecuado.

Al final, Tobías y Hugo se fueron juntos.

Belén se sentó en el sofá. Permaneció inmóvil durante un buen rato, pero su corazón no encontraba paz. La amenaza que Fabián le había lanzado al irse… ella sabía que él era un hombre de palabra.

En el carro, Edgar no dejaba de hacer preguntas. —Fabián, ¿de verdad lo vas a dejar así?

Fabián, en el asiento del copiloto, parecía tranquilo. —Sí —respondió con voz serena.

—¡Pero tú eres Fabián! —insistió Edgar, molesto—. ¿Vas a dejar que Belén te ponga el cuerno dos veces así como si nada?

Fabián miraba por la ventanilla, con un cigarrillo entre los dedos cuya punta roja brillaba en la oscuridad. Su rostro, apenas visible en la penumbra, se mantenía impasible. —Es la mamá de Cecilia, y Cecilia la necesita —dijo en voz baja.

Rosario frunció los labios, con un dejo de tristeza. —Mamá recibió una llamada durante la cena. Parece que le cancelaron un patrocinio de repente. Ni siquiera terminó de comer y se fue.

Una inquietud creció en el pecho de Belén. —¿Y tu papá?

—Papá no ha vuelto en todo el día —respondió Rosario.

Recordando las palabras de Fabián, la ansiedad de Belén se intensificó. Dolores y Leandro adoraban a su hija; incluso si tenían que trabajar hasta tarde, al menos uno de ellos estaría con la niña. Que ambos estuvieran ausentes esa noche… algo andaba mal.

—Tía, me voy a bañar. Mañana te llamo.

Belén, con la mente en otra parte, respondió con un par de frases cortas y colgó.

Miró su maleta a medio hacer y supo que no podía esperar más.

Contactó a Hugo y, esa misma noche, emprendió el viaje de regreso a Páramo Alto.

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