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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 111

Ni Belén ni Fabián hablaban. Un silencio extraño se apoderó del reservado.

Sin embargo, consciente de que esta era una oportunidad única para hablar a solas, Belén rompió el hielo. —Fabián, ¿podemos hablar?

No lo dijo con sumisión, solo quería saber si él estaba dispuesto a conversar. Si no, no quería perder más tiempo.

Fabián la miró, con una expresión serena en el rostro. Tras un momento de reflexión, preguntó: —¿De qué quieres hablar?

—Lo de los problemas en el trabajo de mi hermano y mi cuñada… fuiste tú, ¿verdad? —preguntó Belén sin rodeos.

Fabián no lo negó. —Sí, fui yo —respondió con franqueza.

Aunque ya se lo esperaba, al oír la verdad, Belén sintió una punzada en el corazón. —¿Por qué? —preguntó, con terquedad.

—Por nada en particular —respondió Fabián, sin ganas de dar explicaciones, y apartó la vista.

Belén no entendía sus motivos. Conteniendo la rabia, le preguntó: —¿Qué es lo que quieres que haga?

Fabián tardó en responder. Tras un largo silencio, finalmente la miró. —Cecilia te necesita.

Ya se lo había dicho antes de ir a buscarla al campo: Cecilia quería comer la comida que ella preparaba.

Belén, de repente, comprendió. Poco a poco, fue atando cabos. —¿Si trato bien a Cecilia, dejarás en paz a mi familia?

—Sí —respondió Fabián, mirándola fijamente.

Belén no esperaba una respuesta tan directa. Se quedó perpleja por un momento y luego dijo: —De acuerdo.

Dicho esto, se levantó y se dirigió a la puerta del reservado.

Fabián la observó de espaldas. Notó que había cambiado mucho, pero no sabía decir en qué.

Al abrir la puerta, se encontró a Tobías apoyado despreocupadamente en el marco, con un cigarrillo apagado entre los dedos. Su mirada fría recorría a Edgar y Lucas, que estaban a poca distancia, como si estuviera listo para enfrentarse a un ejército.

No sabía qué había pasado, pero tanto Edgar como Lucas parecían muy enfadados. Sin duda, mientras Belén y Fabián hablaban, afuera se había librado una batalla igualmente intensa. A juzgar por sus posiciones, Tobías había ganado.

Antes, Belén se habría deshecho en halagos hacia Edgar y Lucas. Ahora, ya no le agradaban. De hecho, le satisfacía que Tobías los hubiera hecho enfadar.

Sin dirigirles una sola mirada, se giró hacia Tobías. —Señor Tobías, vámonos.

Tobías se acercó y le pasó un brazo por la cintura. Se inclinó y aspiró el aroma de su champú, una fragancia dulce que lo embriagó.

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