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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 148

Belén le lanzó una mirada de desdén a Edgar y luego otra a Fabián. Él seguía escribiendo en el celular; sintió una punzada en el corazón, soltó una risa amarga y se dio la vuelta para marcharse.

Al salir del restaurante, una voz la llamó.

—Belén.

Se giró y vio a Alejandra parada bajo un árbol.

—¿Todavía no te has ido?

—Te estaba esperando —respondió Alejandra.

Belén se acercó, con una expresión distante.

—Si tienes algo que decir, dilo de una vez.

Alejandra notó su frialdad, pero insistió.

—Acabo de hablar con Ismael. Me dijo que lo viste agregando a una chica en WhatsApp, pero, Belén, él solo estaba intercambiando contactos, no significa que vaya a pasar algo. En una situación como esa, que intentaras pegarle… Él es un hombre, tiene su orgullo, tú…

Belén entendió a dónde quería llegar.

—¿O sea que la culpa es mía? —la interrumpió con una pregunta cortante.

—¡Belén, no quise decir eso! —se apresuró a explicar Alejandra—. Sé que lo haces por mi bien, pero él es el hombre con el que me voy a casar y tú eres mi mejor amiga. No quiero que haya malentendidos entre ustedes.

¿Malentendidos?

A Belén le hirvió la sangre al escuchar esa palabra.

—Si de verdad quisiera casarse contigo, no te tendría esperando tantos años. ¿Cuántos llevas ya? Tú lo sabes mejor que yo —le espetó sin rodeos.

Alejandra bajó la mirada, su voz apenas un susurro.

—Belén, él se va a casar conmigo.

Belén no quiso seguir con la discusión.

—¿Cómo te vas a ir?

—En taxi.

—¿Y dónde está Ismael? ¿No se va contigo?

Alejandra dudó un instante antes de responder.

—Le pedí que se fuera primero.

—Claro —aceptó ella.

Como ya estaba en su carro, le indicó a Hugo que subiera al asiento del copiloto.

Condujo hasta un puesto de comida callejero muy popular. Antes de sentarse, Hugo limpió la silla y la mesa con una toallita húmeda, un gesto muy considerado.

Belén le sonrió.

—Hugo, de verdad, no es necesario. No soy tan delicada.

Él no respondió, simplemente continuó limpiando en silencio cada superficie que ella pudiera tocar.

Apenas se sentó Hugo, vio a un grupo de personas conocidas entrar por la cortina de la entrada: Fabián, Edgar, Lucas y Frida.

El grupo eligió una mesa para sentarse. Edgar fue el primero en ver a Belén y le dio un codazo a Fabián para que mirara en su dirección.

Cuando Fabián la vio, ella también lo miró. Sus miradas se cruzaron en el aire por un instante antes de apartarse.

«Qué casualidad, nos los encontramos en todas partes», pensó Belén, que solo quería disfrutar de una cena tranquila con Hugo.

Mientras esperaban la comida, Edgar se levantó de repente y se acercó a ellos.

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