—Fabián, ¿estás bien? —le preguntó Frida en voz baja, acercándose a él.
Él la miró y respondió con un escueto:
—Sí.
—Lo que dijo la señorita Belén fue muy desagradable, no le hagas caso —intentó consolarlo.
Fabián hizo una pausa.
—¿Y si tuviera algo de razón?
Su conversación era discreta. Edgar, ocupado con el menú, no escuchó lo que dijo.
Frida se quedó sorprendida.
—¿Qué?
Pero Fabián ya no quiso seguir con el tema.
—¿Qué te apetece comer?
Ella negó con la cabeza.
—Lo que sea.
—De acuerdo —dijo Fabián, y le pidió a Edgar que ordenara unas ostras a la parrilla, las favoritas de Frida.
A ella, sin embargo, se le había quitado el apetito. Acercó su silla a la de Fabián y se apoyó en él.
—Fabián, ¿estás enojado?
Él la miró y esbozó una sonrisa atractiva.
—No es para tanto.
Las palabras de Belén lo habían molestado, sí, pero no hasta el punto de enfadarse.
—Menos mal —dijo Frida, recostando la cabeza en su brazo.
En ese momento, Edgar terminó de ordenar. Le entregó el menú al mesero y se volvió hacia ellos. Al verlos tan juntos, sintió una punzada de envidia.
—Fabián, ¿todavía no piensas divorciarte de Belén? —le preguntó directamente.
Frida también levantó la cabeza para mirarlo.
Después de cenar en otro puesto de comida, Hugo llevó a Belén hasta la puerta de la mansión Soler.
Tras despedirse, Belén esperó a que el carro de Hugo se alejara antes de entrar.
Apenas puso un pie dentro del portón, sintió que algo la agarraba por la cintura y la levantaba en el aire. El hombre la sujetaba con un solo brazo. Antes de que pudiera siquiera forcejear, la metió dentro de un carro.
Todo ocurrió en cuestión de segundos, su cuerpo suspendido en el aire y luego depositado en el interior del vehículo.
Un ligero aroma a tabaco llenó sus fosas nasales.
Hasta ese momento, Belén no había podido ver quién era el hombre que la había raptado.
Cuando el hombre se acercó, arrinconándola, su rostro emergió de la oscuridad.
Era Tobías.
Con una sonrisa en los labios y una mirada pícara, parecía a la vez frívolo y descarado, lo que provocó un escalofrío en Belén.
No tenía escapatoria. Cuando Tobías se inclinó hacia ella, sus labios casi rozaron su mejilla.
—Preciosa —le susurró—, ¿por qué no me mandas un mensajito?

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....