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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 151

El cuerpo de Tobías casi rozaba el de Belén. Cuando él habló, su aliento cálido le acarició la cara y ella, por instinto, bajó la mirada y trató de ocultarse.

En ese momento, con voz algo tensa, preguntó:

—¿De verdad hace falta que estemos así?

Antes de que Belén se casara con Fabián, Tobías solía bromear diciendo que ella debía casarse con él. Pero desde que ella contrajo matrimonio con Fabián, nunca más la molestó con esos comentarios.

Sin embargo, ahora volvía a la carga, como si nada hubiera cambiado.

Tobías notó que Belén desviaba la mirada y escondía la cara, así que esbozó una sonrisa traviesa. Le tomó la mano y la colocó sobre su pecho, fingiendo dolor y soltó:

—Pero si no me hablas, siento que el corazón me lo rasguñan como un gato. Tócame, ¿no notas las cicatrices que me provocaste?

Mientras guiaba la mano de Belén por su pecho, aprovechaba para que sus dedos recorrieran sus músculos, fingiendo que solo quería mostrarle su sufrimiento, pero en realidad lo hacía para que sintiera cuán fuerte era.

Al rozar aquellas líneas marcadas, Belén intentó retirar la mano por reflejo, pero Tobías la sujetó aún con más fuerza.

Al darse cuenta de que no podía zafarse, Belén alzó la cara para mirarlo de frente. Lo miró desafiante y preguntó con voz aguda:

—¿Ah, sí? ¿Y a cuántas mujeres más les has dicho lo mismo?

La pregunta hizo que Tobías frunciera levemente el ceño, pero enseguida respondió:

—Manita, si te soy sincero, creo que esto se lo he dicho a unas veinte mujeres.

Belén volvió a intentar soltar su mano, pero Tobías la sostuvo como si fuera una tenaza de hierro.

Justo en ese momento, Belén vio a Leandro salir por la puerta de la mansión Soler. Él miraba hacia todos lados, evidentemente esperándola.

Belén se puso nerviosa y, suplicante, dijo:

—Tobías, mi hermano está en la entrada esperándome. Si no me ve regresar, se va a preocupar.

Tobías, sin soltarla, volvió a llevar la mano de Belén a su pecho y le sostuvo la mirada.

—¿Y yo qué? Si yo no te veo, siento que me muero.

Era difícil saber si lo decía en serio o solo jugaba, pero tratándose de Tobías, a Belén no le causaba ninguna impresión. Sabía que un hombre tan exitoso como él no tenía intenciones de partir tan pronto de este mundo.

Al ver que Belén ignoraba su drama, Tobías soltó de repente:

—¿Por qué no voy a conocer a tu hermano de una vez?

Belén le empujó el pecho, con fastidio:

—Aunque lo digas con toda la seriedad del mundo, no pienso creerte ni una palabra.

La distancia entre ellos era tan corta que, al hablar, sus respiraciones se mezclaban. Eso puso a Belén incómoda.

Tobías no se molestó. Dejó la mano de Belén sobre su pecho, sin tener que hacer mucho esfuerzo para resistirla.

Por más que Belén intentó empujarlo, él ni se inmutó, como si nada pudiera moverlo de su lugar.

Cuando notó que ella se cansaba, Tobías sujetó su delgada muñeca y acarició suavemente la piel, jugando con sus dedos.

De repente, Tobías se sorprendió. Al mirar hacia abajo, notó que la muñeca de Belén estaba desnuda.

Frunció el ceño y preguntó:

—¿Dónde está tu pulsera?

Belén también cayó en cuenta y, como si despertara de un sueño, exclamó:

—¡Ah, cierto! Espérame aquí en el carro, voy a buscar la pulsera y te la devuelvo.

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