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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 152

Las cejas de Tobías se fruncieron aún más.

—¿Devolverlo? ¿Por qué? ¿No te gusta?

Belén negó con la cabeza.

—No es eso, es que...

Pero antes de que pudiera terminar, Tobías la interrumpió de golpe.

—Entonces parece que todavía no es lo suficientemente caro. Justo mañana habrá una subasta, voy a conseguirte algo aún más costoso.

A Belén le entró la desesperación.

—Tobías, no hagas...

No pudo terminar de decir “eso” cuando Tobías la miró con una seriedad que cortaba el aire.

—Si no usas esa pulsera, mañana te va a llegar una joya aún más cara. Y así será, hasta el día en que decidas ponértela.

Belén, viendo su insistencia, decidió provocarlo.

—Pues ni es mi dinero, así que no me duele. No importa cuánto gastes, si digo que no me la pongo, es que no me la pongo.

Tobías, lejos de molestarse, sonrió.

—Mientras a ti no te duela, está perfecto. Yo trabajo para ti, para que gastes lo que quieras. Si no lo haces, entonces mi trabajo no tiene sentido. Todo lo que gano, lo gano para ti. Si quieres gastarlo, adelante, no hay cantidad suficiente cuando se trata de ti.

Al terminar de hablar, le acarició la mejilla con ternura.

Belén, sorprendida por el gesto, reaccionó por puro instinto y le dio un manotazo en el dorso de la mano.

Tobías retiró la mano con un gesto de dolor, pero en lugar de sobársela, pasó la lengua por la zona donde Belén lo había golpeado. Al hacerlo, levantó la vista hacia ella, con una sonrisa traviesa.

—Manita, la próxima vez ten piedad. Soy fuerte, y me encanta cuando me pones en mi lugar, pero preferiría que la próxima vez me golpees durante nuestras sesiones de ejercicio... Eso sí que sería emocionante.

Su risa retumbó en el carro, descarada y sin ninguna pena. En sus ojos brillaba ese toque de picardía que no se molestaba en ocultar.

Belén lo miró furiosa.

—Eres un descarado.

No se le ocurrió otro insulto. Los que sí pensó, probablemente no le harían ni cosquillas a Tobías.

Pero ese “descarado” tampoco le hizo efecto alguno.

—Estás rechazándome.

Belén se quedó helada, sin saber qué contestar.

La relación entre ambos no era tan cercana, y hasta ese momento siempre había creído que Tobías era alguien desinhibido, sin preocupaciones. Pero escuchar esas palabras la dejó desconcertada.

Después de un momento de silencio, Tobías se separó un poco de ella.

—Vámonos. Mañana haré que te manden una joya nueva.

Belén quiso negarse, pero Tobías la interrumpió otra vez.

—Si no usas lo que te regalo, seguiré mandando más.

Intercambiaron una larga mirada, pero Belén ya no dijo nada.

Cuando bajó del carro, un mal presentimiento le carcomía el pecho.

Tobías no parecía estar bromeando.

Si de verdad seguía mandando regalos, solo conseguiría hacerla sentir aún más incómoda.

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