De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 346

Al ver a Tobías y Belén acercarse, el dueño del puesto se levantó de un salto.

—Señor, señora, ¿quieren pedir un deseo?

Tobías asintió.

—Sí, dénos papel y pluma, y dos de las lámparas de loto más grandes.

El dueño se alegró enormemente. Mientras buscaba las cosas, dijo:

—Son ciento cuarenta y cinco pesos, señor.

Tobías sacó su celular y pagó. Después, el dueño les entregó las lámparas, el papel y la pluma.

Belén tomó el papel y la pluma.

—¿Escribo mi deseo aquí? —le preguntó a Tobías.

—Sí —asintió él—. Escribe todos los deseos que tengas. Ya verás que algún espíritu te ayudará a cumplirlos.

Al oírlo, Belén sonrió con amargura.

—No existen los espíritus. Es solo una fantasía nuestra.

Tobías detuvo lo que estaba haciendo y se quedó mirando a Belén. Ella tenía la cabeza gacha, con algunos mechones de pelo cayéndole sobre la cara, su expresión era serena y tranquila.

Sostenía la pluma, con la mirada perdida en la distancia, como si estuviera pensando en algo.

Tobías supo que estaba distraída y dijo en voz baja, con una sonrisa:

—¿Y si yo fuera ese espíritu?

Su voz fue tan suave que Belén no lo escuchó.

Pero para Tobías, que lo hubiera oído o no, ya no importaba.

Porque, en lo que a él concernía, haría todo lo posible por cumplir sus deseos.

Al pensar en eso, una sonrisa se dibujó en su rostro.

Inclinó la cabeza y comenzó a escribir su deseo en el papel.

Belén, al verlo escribir, se giró para intentar ver qué ponía, pero Tobías cubrió el papel con la mano.

—Los deseos no se le pueden enseñar a nadie. Si alguien los ve, los espíritus no los cumplen.

Sus palabras hicieron reír a Belén, quien se encogió de hombros con indiferencia.

—Ya estás grande para seguir creyendo en esas cosas.

Tobías hizo un puchero.

—A ti qué te importa.

Belén alejó su papel de él.

—Pues yo tampoco te voy a enseñar el mío.

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