Entrar Via

Después de que mi Esposo me Lanzó de un Acantilado, Regresé para Destruirlo Todo romance Capítulo 1

Un pitido agudo y rítmico.

Eso fue lo primero que registró.

Luego, un dolor sordo que le recorría cada centímetro del cuerpo, como si mil agujas la estuvieran pinchando a la vez.

Thaís Monteverde abrió los ojos.

El techo era de un blanco impecable, tan brillante que la lastimaba. Parpadeó varias veces, intentando acostumbrarse a la luz.

El olor a antiséptico le invadió las fosas nasales, fuerte y desagradable. Le revolvió el estómago.

Intentó moverse, girar la cabeza, pero un quejido escapó de sus labios antes de que pudiera siquiera levantarla un milímetro. Un dolor punzante le estalló en la nuca.

—Tranquila, tranquila. No se mueva.

Una voz suave, profesional. Un hombre con bata blanca se inclinó sobre ella, ajustando algo en la máquina que no dejaba de pitar. Tenía unos ojos amables detrás de unas gafas de montura fina.

—¿Dónde… dónde estoy? —su propia voz sonó extraña, rasposa, como si no la hubiera usado en años.

—Está en el hospital, señorita Monteverde. Tuvo una caída muy grave. Ha estado inconsciente durante casi un mes.

¿Un mes?

La palabra rebotó en su cabeza, vacía de significado. ¿Un mes? ¿Qué había pasado? Intentó recordar, buscar algo en el vacío de su mente.

Nada.

Solo una niebla espesa y oscura, un abismo sin fondo. El pánico comenzó a subirle por la garganta.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y un hombre alto, de hombros anchos y rostro perfectamente perfilado, entró a toda prisa.

Llevaba un traje caro, pero arrugado, como si hubiera dormido con él puesto. Tenía ojeras marcadas bajo unos ojos azules que ahora la miraban con un alivio desbordado, casi doloroso.

—¡Thaís! ¡Mi amor, despertaste!

Se abalanzó sobre la cama, tomando su mano con una desesperación que la sobresaltó. Su tacto era cálido, sus manos fuertes, pero a ella le provocó un escalofrío inexplicable que le recorrió la espalda.

—Por Dios, pensé que te perdía.

El médico carraspeó, con un tono de advertencia.

—Estábamos de vacaciones en el Acantilado de los Suspiros. Un lugar hermoso. Nuestro lugar. Te acercaste demasiado al borde para tomar una foto. Resbalaste.

Hizo una pausa, tragando saliva como si el recuerdo le doliera físicamente. Sus ojos se humedecieron.

—Yo intenté sujetarte, pero te me fuiste de las manos. Caíste. Fue… el peor momento de mi vida.

»Bajé por ti, te saqué del agua. Estabas inconsciente. Si hubiera tardado un minuto más…

Se le quebró la voz. Se llevó la mano de Thaís a los labios y la besó con una devoción casi religiosa.

—Me salvaste —le dijo él, casi en un susurro—. Yo te saqué del agua, pero tú me salvaste a mí. No sé qué haría sin ti.

Thaís lo miró a los ojos, buscando una conexión, un destello de familiaridad en ese mar azul de aparente adoración.

Encontró una devoción que parecía sacada de una novela romántica. Un amor tan perfecto, tan abrumador, que resultaba casi irreal.

Y en el fondo de su ser, en medio de la niebla y el miedo, una pequeña voz, fría y silenciosa, le susurró una pregunta.

¿Por qué no siento nada?

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Después de que mi Esposo me Lanzó de un Acantilado, Regresé para Destruirlo Todo