—El señor Heredia dijo que puede quedarse de momento, pero debe aceptar los derechos de la administración de Compañía Angler, una sucursal de Grupo Heredia en Floresta. Además, los beneficios de la empresa este año deben ser un cinco por ciento superiores a los del año pasado y también me dijo que usted puede negarse, pero que, si lo hace, Compañía Constructora Britos podría terminar mal.
Al oír eso, Génova apretó los dientes con total frustración. Antes de que Daniel falleciera, le había prometido que ayudaría y se ocuparía de la compañía constructora y por ello no podía permitir que le sucediera algo a la empresa. «Es evidente que esta vez padre está utilizando mi debilidad en mi contra. Sin embargo, no me está extorsionando para que vuelva a casa, sino que me está obligando a hacerme cargo de Compañía Angler. ¿Cuál es exactamente su motivo?».
—Bueno, haré lo que dice.
Génova tomó el bolígrafo y firmó con una floritura antes de aceptar la tarjeta Centurión con treinta mil millones. Al ver que era dorada, sacudió la cabeza, divertida. «Hace unos minutos, era tan pobre que solo tenía diez, ni siquiera lo suficiente para subirme a un taxi. ¿Esto se considera pasar de la pobreza a la riqueza? Debido al contrato anterior con padre, me congelaron la tarjeta y la cuenta bancaria. Además, tenía que ocultar mi verdadera identidad, sino sería incumplimiento de contrato. La madre y hermana de Mauricio tienen afinidad por los adinerados y por ascender de clase social, así que nunca me mostraron respeto. Me pregunto cuáles serán sus expresiones si se enteraran de que en realidad soy Génova Sánchez Heredia, la hija menor de la familia Heredia, la más adinerada del país, y una mega adinerada con un patrimonio de cientos de millones.
Aún recuerdo antes de que recuperara la memoria, una muy amiga mía del orfanato se estaba muriendo, y me arrodillé ante mi suegra para rogarle que me prestara dinero. Con arrogancia, ella sacó una tarjeta plateada, pero no me la dio, sino que presumió: “Adivina cuánto dinero hay aquí. Un millón. Nunca has visto tanto dinero en tu vida, ¿no? Pero prefiero usarlo para comprar comida para perros antes que prestarte un centavo. ¿Sabes por qué? Porque para mí, esa amiga indigente tuya es aún más humilde que un perro". En ese momento, me limité a cerrar las manos en puños mientras un destello de burla se reflejaba en mis ojos. Bueno, sí tengo la oportunidad, realmente me gustaría darles una lección a esas dos arrogantes y descargar mi ira de una buena vez».
Mientras estaba sumida en sus pensamientos, desde atrás, alguien la agarró de la muñeca. Se dio vuelta, solo para encontrarse con su suegra, Frida Landeros. Frida mantenía la nariz erguida y eso combinaba con su expresión de desdén y desaprobación. Detrás de ella había unas cuantas señoras adineradas que cargaban las compras que habían hecho.
—¿Sucede algo? —preguntó con indiferencia Génova mientras guardaba disimuladamente la tarjeta Centurión en su bolso.
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