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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 108

—¿Qué borraste? —Benicio frunció el ceño mientras se acercaba. Llevaba puesta una camiseta y unos pants deportivos, el cabello todavía le goteaba agua.

Estefanía, como si nada, bloqueó la pantalla de su celular.

—Nada importante.

Benicio no le creyó ni tantito. Extendió la mano.

—Dámelo.

—Benicio… —susurró, discutiendo—. No tienes derecho a meterte en con quién platico.

—¿Ah, sí? —se sentó junto a ella, pegándosele tanto que apenas podía respirar.

Estefanía supo lo que planeaba. Por puro reflejo se levantó con el celular en mano, pero antes de dar un paso, él la abrazó por la cintura y la jaló de nuevo hacia el sillón.

—¡Benicio! ¡Te advierto que no empieces con tus locuras! —se quedó atrapada en sus brazos, sin poder moverse, apretando más fuerte el celular como amenaza.

Pero él la conocía demasiado bien. Sabía que estando en casa de la abuela, Estefanía jamás haría un escándalo, no quería preocuparla. Así que, al contrario, Benicio se sintió con vía libre.

—¡Suéltame! —intentó zafarse, pero no pudo. De la desesperación, le hincó los dientes en el hombro con todas sus fuerzas.

—¡Ay, Estefanía, pareces perrita! —se quejó, las cejas apretadas de dolor, pero no la soltó; al contrario, la sujetó aún más fuerte de la cintura y logró tocar el celular.

Ella lo fulminó con la mirada: “Suelta, y yo también suelto”.

Pero Benicio no tenía intención de dejarla ir. Lo peor fue que, con una mano, la apretaba contra él y con la otra, la sujetó de la cabeza y empezó a besarla, primero en la oreja, luego en la mejilla.

Estefanía, sin opciones, tuvo que aflojar la mordida. Mirando disimuladamente hacia la cocina, murmuró apurada:

—¡Benicio, qué asco! ¿No tienes vergüenza?

Benicio notó que ella vigilaba la cocina, pero aun así acercó sus labios a los de ella y le susurró:

—¿Vergüenza de qué? Si la abuela nos ve, ¿qué? Eres mi esposa. ¿Qué estoy haciendo mal?

Estefanía no aguantó más. Le dio una cachetada y por fin logró apartarlo, pero en ese momento, él le arrebató el celular de la mano.

No la soltó tras la cachetada. Más bien, la sujetó aún más, desbloqueó el celular usando el reconocimiento facial de ella y empezó a revisar su WhatsApp.

Pasó varias conversaciones sin encontrar algo, la miró de reojo y luego usó el buscador: escribió “Noel”, el contacto que buscaba.

Le arrojó el celular de vuelta, soltando una risa burlona.

—¿Qué, tanto miedo de que te descubran? ¿Borraste todo? Ni siquiera quedó el registro de que son amigos.

Era cierto, Estefanía había eliminado la conversación porque ahí hablaban de irse al extranjero. Para evitar líos, prefirió borrar todo de un solo golpe.

—¡Habla! —ordenó Benicio, la voz baja y amenazante.

Estefanía asintió con la cabeza, sin decir palabra.

—¿Ahora qué significa ese gesto? —se acercó más, la mirada dura.

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