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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 130

Estefanía estaba revisando las redes sociales cuando de pronto se topó con una publicación de Viviana y su novio.

Ambos jóvenes compartían fotos y mensajes que mostraban cómo se esforzaban por construir un futuro juntos. En cada palabra, en cada gesto, se reflejaba una pasión y una energía que ella y Benicio nunca habían tenido: esa vibra juvenil que parecía tan lejana para ella.

Por pura casualidad, el novio de Viviana era ingeniero en sistemas.

Así que Estefanía decidió buscar a Viviana y, con toda la discreción posible, le pidió que le preguntara a su novio si podía echarle una mano con un asunto urgente. Por supuesto, estaba dispuesta a pagarle bien, sin escatimar.

Viviana aceptó de inmediato. No lo hizo solo por el dinero, sino también porque desde aquel episodio incómodo en la tienda de lujo, donde Benicio y Cristina habían aparecido juntos, sentía la necesidad de apoyar a Estefanía.

Estefanía sentía algo de culpa. Sus problemas de movilidad y la falta de personas de confianza la obligaban a recurrir a otros. Sabía que la tarea tenía sus riesgos, pero ya lo había pensado detenidamente: si algo salía mal, haría todo lo posible por proteger al novio de Viviana. La responsabilidad recaería sobre ella.

Incluso ideó un método para liberar al chico de cualquier culpa. Él también le aseguró que usaría canales totalmente seguros para comunicarse, incluso para enviarle videos de vigilancia o cualquier información sensible.

De todas formas, esta vez, enfrentándose a Benicio, no tenía miedo a perder. Porque, sinceramente, el asunto de Cristina era mucho más delicado, las pruebas eran contundentes y Benicio no se arriesgaría a perderlo todo.

A pesar de todo esto, el cuerpo de Estefanía seguía doliéndole terriblemente. Cuando Elvira la llamó para cenar, ni siquiera tenía ganas de moverse.

—Tráelo aquí, por favor —pidió, resignada.

Desde los primeros días de su lesión, rara vez había comido en la cama. Siempre cuidaba cada detalle de la casa que compartía con Benicio, no soportaba la idea de manchar o desordenar aquello que tanto valoraba. Pero hoy, ya le daba igual.

Además, después de pasar casi todo el día fuera y de la dura sesión de rehabilitación, traía el cuerpo empapado en sudor. Benicio la había traído directo y la había dejado en la cama. De cualquier modo, las sábanas ya estaban sucias, y en un rato más habría que cambiarlas.

Elvira le llevó la cena en una bandeja.

Aunque no tenía mucho apetito, Estefanía se obligó a terminar toda la comida. Sabía que para recuperarse y, eventualmente, poder vivir sola, necesitaba estar fuerte. Se sentía demasiado débil últimamente.

Cuando terminó, Elvira recogió la bandeja y le preguntó si quería bañarse.

Estefanía asintió, era justo lo que necesitaba.

—Por favor, prepárame el baño y cámbiame la ropa de cama, ya no soporto estar tan sudada.

—Claro —respondió Elvira, y fue directo a preparar el agua.

Estefanía intentó bajarse de la cama y caminar sola, pero después de dar apenas unos pasos, sintió que las piernas le temblaban.

Esa sensación se parecía un poco al dolor muscular después de un esfuerzo intenso, pero multiplicado por diez. De pie, las piernas le vibraban como si fueran gelatina.

Elvira salió del baño y, al verla así, se asustó mucho.

—¿Quiere que la ayude, señora?

Estefanía respiró hondo y asintió.

No le incomodaba. Elvira la había cuidado por años; cuando recién se casó y apenas podía caminar, fue ella quien la ayudó a bañarse.

Elvira la acompañó hasta el baño y la sostuvo hasta que estuvo sentada en la tina. Solo entonces la soltó.

—Ya está, puedes ir a cambiar la cama. Cuando termine te llamo —dijo Estefanía.

Se recostó en la tina, dejando que el agua tibia relajara cada músculo. Poco a poco, el dolor fue cediendo, y por primera vez en todo el día, se sintió en paz.

Cerró los ojos, disfrutando cómo el cuerpo se aflojaba. Por poco y se quedó dormida.

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