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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 138

Cristina balbuceó, titubeando entre cada palabra.

—Tal vez… tú… tú no lo hiciste a propósito… —dijo, lanzando una mirada nerviosa hacia Benicio—. Beni, puede que Estefanía no lo haya hecho a propósito…

Estefanía sonrió con ironía y le preguntó a Benicio:

—¿Tú sí le crees?

Benicio no le respondió.

—¿De verdad crees que yo, que apenas puedo caminar bien, sería capaz de ganarle a alguien tan ágil como ella? —insistió Estefanía, sin dejarlo escapar.

—Beni, yo… yo no me atreví a usar fuerza. Yo sé que Estefanía tiene problemas en la pierna. Además, Elvira también la ayudó… —Cristina empezó a llorar de nuevo, su voz se fue volviendo más y más débil.

Pero Benicio ni siquiera le prestó atención a su discusión. Se dejó caer en la silla, con la cara tan oscura como el cielo antes de una tormenta.

—Ya pasó, no vale la pena seguir dándole vueltas. Ahora solo queda una opción para Elvira.

—¿Cuál opción ni qué nada? —Estefanía sentía el impulso de lanzarle el vaso de agua directo a la cara—. ¿Por qué no quieres repasar lo que pasó? ¿Porque sabes que tu Cris está mintiendo? Hay cámaras en esta casa, solo mira tu celular y vas a ver la verdad. ¡No te hagas el desentendido! Ustedes dos, ¿qué autoridad tienen para venir aquí a ponerme condiciones? ¡Basura de pareja!

En el fondo, Estefanía ya no quería perder más tiempo con ellos. No le quedaban ganas de pelear, ni de gritar. Solo quería que ambos desaparecieran de su vida y la dejaran en paz.

—¡Estefanía! —Benicio golpeó la mesa—. No importa lo que haya pasado. El trato es este: Elvira se va, su hija deja la escuela. Si no lo quieren así, Estefanía, tú puedes ayudarla.

Estefanía comprendió al instante. Así que todo era una farsa, solo esperaban a que cediera.

Para él, lo que haya hecho la princesita Cris no importaba. Su lealtad ya estaba decidida.

Estefanía soltó una risa amarga.

—Benicio, estaba equivocada al pensar que podía hablar de justicia contigo. Para ti, tu Cris es perfecta, ¿verdad? Aunque se equivoque, siempre vas a encontrar cómo justificarla. ¿Cómo quieres que “ayude” a Elvira? ¿Quieres que retire la denuncia? Si lo hago, ¿Elvira se puede quedar? ¿Su hija sigue en la escuela?

—Sí —respondió Benicio, tajante y sin dudar.

—Señora… —Elvira, que había estado asustada y temblorosa, por fin logró serenarse. Las lágrimas le colgaban de las pestañas—. No deje que mi situación influya en su decisión. Yo me iré ahora, no tengo mucho que empacar. Al mediodía recogeré a mi hija en la escuela… Por favor, cuide de usted.

Elvira no quería irse. Había trabajado cinco años en esa casa, y lo que más le dolía era dejar a su hija sin esa oportunidad de estudiar en una buena escuela de Puerto Maristes. Pero ella misma había huido de un infierno de violencia y engaños, y no iba a permitir que la señora se sacrificara por su culpa.

Irse era duro, pero si había escapado antes de una vida peor, ¿por qué temerle ahora a lo que venía? Lo que sí la partía era dejar a Estefanía. ¿Y si el señor contrataba a alguien que no la tratara bien?

—Elvira, no tienes que apresurarte —intentó calmarla Estefanía.

Pero Elvira negó con la cabeza.

—Señora, yo… yo tengo mis principios. Puede que mi palabra pese poco, pero… pero… —se trabó, solo repitió—. Tengo mis principios…

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