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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 160

Estefanía se dio la vuelta y salió de la clínica sin mirar atrás.

Ella misma se había dado cuenta de algo esencial: ya no caminaba por la vida encogida ni con miedo, cuidándose de que nadie notara que cojeaba. Había dejado de esconderse. Sí, tenía problemas para caminar, eso era cierto, pero no era culpa suya, y mucho menos una marca de vergüenza. ¿Por qué tenía que sentir pena por ello?

El amor, cuando no es correspondido, puede hacer que uno se sienta insignificante. Amar a alguien que no te valora del mismo modo te hace sentir chiquita. Pero cuando decides dejar de querer, es como si te quitaran un peso de encima, como si por fin pudieras respirar en libertad.

Ya con esto claro, ni las groserías de Benicio ni de Cristina en la clínica lograron afectarla. Nada era más emocionante que la sensación de alzar el vuelo por cuenta propia.

Benicio parecía seguir llamándola a lo lejos, y Cristina gritaba su nombre: “¡Beni!”. Pero al final, “Beni” siempre terminaría quedándose al lado de Cristina, tal como sucedía cada vez que tenía que elegir entre ella y Cristina.

Para Estefanía, eso ya no importaba. “Beni” nunca fue suyo. Renunciar a algo que nunca te perteneció puede doler un rato, pero después todo pasa.

Pidió un carro y se fue directo a la casa de su abuelita.

Apenas llegó al portón, comenzó a gritarle a la abuelita, sin poder contener la emoción.

La abuelita salió de la casa para recibirla y la abrazó con tanta fuerza que casi no podía dejar de sonreír.

Por la herida en la cabeza, a Estefanía le habían rapado una parte del cabello, por lo que ese día se hizo un chongo desordenado para tapar la zona rapada. Por suerte, la abuelita no lo notó.

Como cuando era niña, la abuelita la tomó de la mano y la llevó adentro. El aroma de la comida ya llenaba el ambiente, ese aroma inconfundible que la hacía sentirse en casa cada vez que regresaba.

La abuelita le entregó el sobre con el pasaporte.

Estefanía lo abrió de inmediato y se puso a mirar las páginas de las visas una y otra vez, repasándolas con emoción.

Le explicó a la abuelita cuál era la visa de estudiante y cuál la de la gira artística. La abuelita la miraba con orgullo y la llenaba de elogios, dándole todo el ánimo que necesitaba.

Escuchando las palabras cálidas de la abuelita, a Estefanía le invadió una nostalgia profunda.

La abrazó fuerte por la cintura.

—Abuelita, ¿qué te parece si vienes conmigo a ver a la tía? ¿Sí? ¿Nos vamos juntas?

La abuelita lo pensó un buen rato y al final asintió.

—¿De verdad, abuelita? —Estefanía estaba que no cabía de la alegría.

—De verdad —respondió la abuelita acariciándole la cara, aunque sus ojos se detuvieron un momento en la cabeza de la nieta con cierta preocupación. Esta niña otra vez le estaba ocultando algo, ¡ni estando aquí podía quedarse tranquila! ¿Cómo iba a poder estar tranquila si se iba lejos? Por eso, mejor acompañarla, para seguir cuidando a la niña que había criado con tanto amor.

—¡Abuelita! Entonces vamos a sacar la cita, ¡hay que tramitar tu pasaporte! —El trámite tardaría un poco, así que cuando ella regresara de la gira, llevaría a la abuelita a sacar la visa. Así podrían irse juntas.

Estefanía sacó el celular y revisó las citas; descubrió que todavía había lugar esa misma tarde, así que de inmediato apartó un espacio. Luego, compartieron una comida deliciosa, descansaron un rato y después fueron juntas a hacer el trámite del pasaporte.

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