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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 206

¿Romántica?

¿Acaso era que ella no deseaba el romance?

¿Quién, frente a la persona que más ama, no ha soñado alguna vez con ser esa chica llena de ilusiones y detalles? Cuántas veces había intentado construir una vida romántica a su lado, un hogar donde la calidez y el cariño fueran el pan de cada día, solo para encontrarse con el muro de su indiferencia, una y otra vez. Y ahora, ¿él le decía que ella no era romántica?

—Quizá… lo que yo entiendo por romance no es igual a lo tuyo —dijo, abriendo la alacena para sacar el paquete de pasta—. ¿Ya comiste?

Benicio se acercó y le quitó la pasta de las manos.

—Te dije que hoy iba a sacarte a cenar, ya reservé en el restaurante.

¿En serio? Estefanía apenas recordaba ese detalle, pero sí, parecía que él lo había mencionado.

—¿De verdad ya se te olvidó? —El gesto de Benicio se endureció, el ceño se le marcó con fuerza—. No retienes ni una sola palabra de lo que te digo. ¿En qué piensas todo el día?

Estefanía le lanzó una mirada fugaz, conteniendo las palabras que morían por salir: “En cómo divorciarme de ti”.

—¿Y ahora por qué esa cara? —Benicio malinterpretó su silencio y apagó la estufa—. Vamos, cámbiate, vamos a cenar afuera.

Ni modo.

Estefanía pensó que, al fin y al cabo, esto podía ser su última cena juntos.

...

Benicio eligió un restaurante japonés, lo que sorprendió a Estefanía. Él solía preferir sabores intensos y especiados. La comida japonesa le parecía demasiado simple, y ni siquiera comía pescado crudo. Ella, por su parte, rara vez probaba sashimi.

—Es un lugar nuevo, quise venir a probar —comentó Benicio, guiándola a una sala privada de tatami, gigantesca para solo dos personas.

La mesera les llevó el menú y les habló de los combos especiales por la apertura del local.

—Esperen un poco, vamos a revisar primero —dijo Benicio.

—Claro, si necesitan algo, pueden llamarnos con el timbre.

Estefanía pensó que no hacía falta. Era demasiado. Hasta se le quitó el antojo de postre. Pero algo le cruzó por la cabeza y miró fijamente a Benicio.

—¿Invitaste a alguien más?

Benicio esbozó una sonrisa.

—La idea era que vinieramos los dos, pero cuando salía de casa, recordé que a Cris también le encanta la comida japonesa. Así que invité a todos.

Estefanía lo miró con una expresión dura.

—¿Cómo que “también”? Ni tú ni yo somos fans de esto. Desde siempre, solo Cristina disfruta venir a estos lugares. ¿Así que apenas en la puerta te acordaste de que a ella le gusta?

—¿Y qué importa qué comamos? —Benicio le tomó la mano a través de la mesa—. Lo que vale es estar todos juntos. No te enojes, ¿sí? Fue mi error no avisarte antes, pero si te lo decía, seguro no hubieras querido venir.

—No, Benicio. ¿Cuándo te he dicho yo que no pueden salir a comer tú y Cristina? Si quieren, vayan. ¿Para qué me arrastras a mí?

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