Benicio había prometido salir a pasear con Estefanía y la abuelita, así que Estefanía estaba atenta, esperando ver cómo respondería él ante la situación.
Estefanía estaba segura de que Benicio dudó un instante, pero apenas fue eso: un instante, porque enseguida aceptó.
—Claro, vamos a la isla —dijo con naturalidad.
Gregorio soltó una carcajada.
—Ay, Beni, nos dejas todo el trabajo a nosotros y tú te vas a vivir el romance, ¿eh?
Ernesto fingió molestia.
—Eso no se vale, entonces queremos doble paga.
Benicio rio con ganas.
—Trato hecho. Yo me hago cargo.
—¡Y yo quiero regalo! —exigió Gregorio, haciéndose el niño.
—No puede faltar —aceptó Benicio, divertido.
Cristina, que no dejaba pasar una, intervino:
—Por cierto, ¿no que Estefanía iba a venir a comer? ¿Dónde está?
Antes de que Benicio respondiera, Gregorio ya se había adelantado:
—Estefanía nunca nos ha aguantado, Cristina. Si te llevas con ella es porque te aferras, pero cuántas veces te ha puesto cara de pocos amigos… Tú nada más te acuerdas de lo bueno y olvidas lo demás.
—Ay, Gregorio —protestó Cristina, poniendo voz de niña consentida—, todo es por Beni. Si yo fuera Beni, también querría que mi esposa y mis amigos se llevaran bien, no estar siempre en medio. Además, lo de esta mañana, con el secuestro, la decisión de Beni seguro volvió a lastimar a Estefanía. Yo solo quiero compensarla, hablarle bonito, todo por Beni.
Gregorio no perdió la oportunidad de bromear:
—Ay, sí, Beni por aquí, Beni por allá. ¿No te das cuenta que nos pones celosos?
Cristina le hizo una mueca.
Benicio intervino con su tranquilidad habitual:
—No pasa nada, ya hablé con ella. Estefanía no se molestó, se portó muy bien, no hay nada de qué preocuparse.
Para Estefanía, era raro escuchar a Benicio elogiándola, y más aún, hacerlo dos veces seguidas.
Eso sí que era raro.
Ernesto, que no podía quedarse callado, soltó:
—¿Tú cómo sabes que no se enojó? Mira, te lo digo: cuando una mujer dice que no está molesta, es porque por dentro te quiere matar. ¡Te lo juro!
A Estefanía le dio risa. Por primera vez, Ernesto expresaba exactamente lo que ella sentía. El resto de lo que decía no le importaba, pero eso de la sentencia de muerte sí que le llegó al fondo.
Benicio no se dio por vencido.
—No digas tonterías —le reviró a Ernesto—. Si no me creen, pregúntenle a Estefanía. A ver, Estefanía, ¿ya terminaste? Todos estamos aquí.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...