Al final, Benicio terminó de pie frente a su abuela.
Esa abuelita que antes lo había querido más que a nadie ahora solo lo miraba con una mezcla de cariño y resignación en los ojos. La rodeaban varias personas; una de ellas, Estefanía, la sostenía del brazo.
—Abuelita… —por fin se atrevió a hablar, aunque la voz le salió rasposa—. Vine a llevarte a casa. Ya podemos regresar juntos.
La mirada de la abuela seguía siendo tan cálida como siempre, pero en vez de palabras, lo único que le respondió fue un suspiro.
—Abuelita, perdón… No llegué a tiempo para ayudarte… —Benicio no podía ni imaginarse lo que había pasado su abuela en estas semanas de maltrato. Tan solo pensarlo le dolía en el pecho, como si alguien le clavara una espina.
La abuela negó despacio con la cabeza, y su voz sonó suave, igual que antes.
—Benicio, esto no es tu culpa.
—Abuelita, ¿por qué no nos vamos a casa? A nuestra casa, ¿sí? —Benicio miró de reojo a Estefanía, buscando su apoyo.
Pero Estefanía ni siquiera lo volteó a ver; se quedó impasible, como si no existiera. Solo se enfocó en acompañar a la abuelita junto a ese hombre y el grupo de guardaespaldas que los rodeaba, ayudándola a subirse al carro.
En un instante, el carro arrancó y desapareció entre el polvo, sin detenerse ni un segundo.
Benicio se quedó parado ahí, en la entrada del hospital, y no supo cuánto tiempo pasó. Solo sintió el peso del abandono cayéndole encima una y otra vez.
...
Ni Estefanía se esperaba que Gilberto preparara una casa tan enorme en tan poco tiempo.
La abuela, por su parte, estaba entre asombrada y un poco nerviosa. Sobre todo cuando vio a los decenas de guardaespaldas formados perfectamente en la entrada. Jamás había visto algo así y no pudo evitar preguntarle a Gilberto con cierta preocupación:
—Gilberto, dime, ¿y todos ellos a qué se dedican?
En sus ojos se adivinaba la duda: “¿no estarán metidos en algo raro, verdad?” Gilberto soltó una carcajada al notarlo.
—Abuelita, no te preocupes, todos son buenas personas. Yo también soy buena persona.
Al final, ella y la abuela eligieron habitaciones en el segundo piso, una al lado de la otra. Sus dormitorios tenían enormes ventanales. Al abrirlos, se veía un balcón en forma de media luna y, justo enfrente, un árbol frondoso que en esa época del año se cubría de hojas verdes.
—Qué bonito… —suspiró la abuela, admirando el paisaje—. Jamás pensé que volvería a tener días así de buenos.
—Abuelita, de ahora en adelante, todos los días serán así de buenos —le aseguró Gilberto. Mientras hablaba, su celular no dejaba de sonar, pero él apenas y le prestó atención.
—Hermano, ve a hacer tus cosas. Nosotras podemos acomodarnos solas —le dijo Estefanía, adivinando que tenía pendientes importantes.
Gilberto, en efecto, tenía asuntos que atender. Ahora que la abuela ya estaba fuera del hospital, debía enfocarse de lleno en establecer su empresa. Antes de eso, Mateo iba a organizar una gran fiesta para presentarlo ante la gente influyente de Puerto Maristes.
Gilberto no le ocultó nada a Estefanía.
—En el evento quiero que vayan tú y la abuela, claro, solo si quieren. Por cierto, ya agendé la cita para la visa de la abuela. Cuando llegue el día, la llevo yo mismo. Mientras tanto, ustedes descansen aquí y, si quieren salir, avísenle a Uriel para que las acompañe.
Uriel era el jefe de todos los guardaespaldas de Gilberto.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...