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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 31

La señora Montoya se estiró un poco para ver mejor.

La chica que había dicho ser bailarina también se acercó, curiosa.

Estefanía no entendía por qué Noel tenía un video de su boda. Su ceremonia había sido muy privada, sin nada de pompa, y ella nunca publicó nada en redes sociales.

Pero sí, era el video de su boda. Viéndose ahí, descubrió que alguna vez había sonreído con esa alegría tan pura. En ese entonces, lo amaba de verdad. De corazón, había querido pasar la vida a su lado...

Solo que, ahora, todo aquello parecía tan lejano...

Tan lejano que hasta había olvidado cómo era sonreír de esa manera tan luminosa...

Al volver a mirar el video, también notó algo que antes se le había escapado: Benicio, el día de la boda, tenía una expresión de puro desasosiego, como si a partir de ese momento su vida se hubiera venido abajo...

Benicio, ¿por qué te empeñaste tanto...?

Todos los presentes se quedaron mirando a Benicio y Cristina.

Ahí estaba el video. No quedaba nada por discutir. Cristina, con el maquillaje corrido, ya no podía contener las lágrimas.

En ese momento, Benicio mostró una actitud decidida. Instintivamente puso a Cristina detrás de él y habló con firmeza:

—Señor William, señora Montoya, amigos, perdón por hacerlos pasar este mal rato. Todo esto es culpa mía, soy yo el que se equivocó. No espero que el señor William ni la señora Montoya me perdonen. Mejor nos vamos de una vez, no quiero arruinarles la fiesta. De verdad, lo siento.

Al terminar, se volvió hacia Estefanía, con una mirada difícil de descifrar.

Estefanía solo sentía una punzada amarga en el pecho.

Así que él también sabía cómo defender a los suyos en público. Así era cuando a alguien le importaba de verdad...

La señora Montoya, que siempre había sido recta y directa, no dejó pasar la oportunidad:

—Señor Benicio, parece que está confundido. Nosotros no somos tan cercanos, así que no tiene por qué disculparse con nosotros. A quien debe pedirle perdón es a su esposa.

Benicio no apartó la vista de Estefanía.

—Estefanía —dijo con una voz inusualmente suave—, vámonos, regresa conmigo a casa.

A Estefanía esa dulzura le supo amarga. ¿Así que ahora pensaba irse con dos mujeres?

Negó con la cabeza.

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