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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 327

Estefanía mantuvo una sonrisa serena.

—Gracias.

Así respondía, una y otra vez, a cada elogio que recibía en la fiesta de esa noche.

—Fani, ven acá —la llamó Gilberto, que estaba a un par de pasos de distancia.

Estefanía asintió apenas con la cabeza y se dirigió hacia él.

—¡Estefanía! —Benicio la detuvo tomándola del brazo.

El gesto hizo que Estefanía perdiera la paciencia.

—Señor Benicio, esta noche es una reunión entre mi hermano y los amigos de Puerto Maristes. Si tiene algún asunto de trabajo que quiera tratar, puede comunicarse con el señor Mateo en horario laboral.

Su tono era distante, dejando claro que no tenía intención de involucrarse más allá de lo necesario.

Benicio la miró, trabándosele la voz.

—¿Cómo que señor Benicio? ¿Así me llamas ahora?

—¿Y cómo se supone que debería llamarte? —le soltó Estefanía, con indiferencia.

No era la primera vez que lo llamaba así, ¿acaso entre ellos había otro tipo de trato?

Siempre lo había llamado señor Benicio o, cuando mucho, Benicio. Por su parte, él nunca la había llamado de otra forma que no fuera “Estefanía”.

Recordaba que, justo después de casarse, ella había sentido envidia de cómo otras parejas se decían apodos cariñosos. Con algo de timidez, una vez lo llamó “amor”, pero él, incómodo, solo respondió:

—Con que me digas por mi nombre está bien.

Desde entonces, solo lo llamaba por su nombre.

¿Y ahora resulta que tampoco le gustaba?

Benicio seguía sujetándola, negándose a soltarla.

—Fani…

—Alto ahí —le cortó Estefanía—. Ese apodo es solo para mi familia. Mejor no lo uses, que no somos tan cercanos.

Los ojos de Benicio se tensaron.

—¿No somos cercanos? ¿Tú y yo somos extraños ahora?

—Ya basta —lo interrumpió Benicio.

Gregorio suspiró, resignado.

—No hay de otra, ahora sí que necesitamos de ella. Mejor que Fabiana sea la que haga el favor…

Solo entonces notó que Fabiana ya no estaba entre ellos. Había desaparecido sin que nadie se diera cuenta.

—¡Esa desagradecida! —se desahogó Gregorio—. Todos se olvidan de quién les tendió la mano.

Sacó el celular y le mandó un mensaje a Fabiana:

[¿Dónde estás? ¿Tu mamá en el hospital ya no necesita mi dinero o qué?]

Fabiana no contestó.

—¡Esto es el colmo! —Gregorio estuvo a punto de romper el celular del coraje.

—¿Y ahora qué vamos a hacer? —Cristina rompió en llanto—. ¿Será por mi culpa? ¿No debí regresar a verlos? Si yo desaparezco, ¿ustedes se salvarían?

Benicio guardó silencio, perdido en sus pensamientos.

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