—¡Ábrelo tú misma!— soltó ella, permaneciendo en el mismo lugar, girando la cabeza hacia otro lado, la espalda pegada a la pared, apretando el sobre entre las manos.
Benicio la miró con resignación, sus ojos reflejaban cierta impotencia.
—Últimamente tu carácter sí que ha empeorado —comentó, dejando escapar un suspiro.
Pero no la presionó más. Ni siquiera sospechó que ocultara algo a sus espaldas; simplemente entró a la casa.
Al final, fue Elvira quien abrió el paquete, mientras Estefanía se apresuró a esconder los resultados y se regresó a la habitación de invitados.
...
—Estefanía, ya vámonos —la llamó Benicio desde el pasillo.
—¡Benicio! —ella se dio la vuelta, molesta—. ¿No podrías tenerme tantito respeto? ¿Por qué siempre me avisas de todo a última hora? ¡Parece que solo me informas, ni siquiera me preguntas!
Benicio llegó hasta la puerta del cuarto.
—Sra. Téllez, ¿esto también te parece de último minuto? Hoy es el cumpleaños de tu papá.
Estefanía no supo qué decir.
—¿O prefieres que vaya solo? —levantó una ceja, esperando respuesta.
—Espera, solo me cambio —dijo ella, cerrando la puerta.
Pero él, de forma inesperada, puso una mano para impedir que la puerta se cerrara, mirándola con aire inquisitivo.
—¿De verdad necesitas cerrar la puerta? ¿Tiene algo que ver con el chico con el que bailaste?
—¡Qué tontería! —respondió ella, empujando la puerta con fuerza hasta cerrarla.
En cinco años de matrimonio, ¿cuándo había cambiado de ropa sin cerrar la puerta? ¡Y fue él quien empezó con esa costumbre! Como si temiera perder su pudor por casarse con ella; siempre tan recatado frente a ella, ni la pijama se desabrochaba un botón de más. ¿Y ahora, de repente, le parecía innecesario?
O cuando, después de la boda, sus padres no paraban de quejarse de lo húmeda y apretada que estaba la casa vieja cada vez que veían a Benicio. Él, que no era tonto, captó la indirecta y les compró una casa de cuatro habitaciones.
Luego, hace dos años, su hermano se graduó de la universidad. Sus padres y su hermano no paraban de lamentarse delante de Benicio sobre lo difícil que era encontrar trabajo. Benicio lo entendió de inmediato y abrió una empresa para su cuñado.
En otra ocasión, Estefanía escuchó de casualidad una alarma en el celular de Benicio; al revisar, vio que era un recordatorio: “Cumpleaños del hermano de Estefanía”. Resultó que tenía anotadas todas las fechas importantes de su familia, con recordatorios para no olvidarlas. Por eso, él recordaba mejor que ella los cumpleaños de todos...
Y así, había muchísimos ejemplos más.
Sus padres, además, eran de los que les gustaba presumir por todos lados lo rico y generoso que era su yerno. Todo el mundo decía que Estefanía se había casado con el mejor esposo.
Ella lo admitía: Benicio, como yerno y como cuñado, era perfecto. Incluso, como esposo, desde fuera, era imposible hallarle un defecto.
Si había que usar la palabra “bueno” para describir a Benicio, ella estaba de acuerdo.
Pero también tenía muy claro algo: todo lo bueno que hacía Benicio, no lo hacía porque la amara de verdad, sino porque intentaba compensar algo, buscaba redimirse.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...