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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 94

Solo asomó la cabeza por la puerta y enseguida volvió a meterse.

—Voy a salir a ver qué pasa —le dijo Benicio, levantándose y saliendo con paso apresurado.

Afuera, Cristina lo esperaba con un ramo de flores en las manos. Su actitud era tan precavida y tímida que parecía estar caminando sobre vidrios.

—Beni, ¿cómo está Estefanía? Quería venir a verla, pero me da miedo que no le agrade mi presencia, que no quiera verme.

—No le pasó nada grave, con un poco de descanso estará bien —le respondió Benicio, aunque en el fondo sabía perfectamente que Estefanía no soportaba a Cristina. Añadió—: Agradezco el detalle de tu parte, pero ahora mismo ella no está de humor. Mejor regrésate.

—Ah... —Cristina en realidad ni siquiera tenía intención de ver a Estefanía. Su objetivo era encontrarse con Benicio, nada más. Apretó los labios y enseguida se le humedecieron los ojos—. Beni, perdón, todo esto es culpa mía. Como tu asistente, cometí un error en el trabajo y por mi culpa Estefanía tuvo que pasar por esto. Qué bueno que no le pasó nada peor, si no... si no, aunque diera mi vida, no bastaría para compensarlo.

Terminó la frase y rompió en llanto.

Estefanía escuchaba todo desde la sala de observación. ¿Cristina era ahora la asistente personal de Benicio? ¿Eso significaba que viajaba con él, que estaban juntos todo el tiempo...?

De alguna forma, todo empezaba a tener sentido.

Afuera, Benicio en vez de consolarla, le habló con calma:

—Todavía no sabemos cómo sucedió esto. Cuando termine de acomodar a Estefanía, me encargaré de revisar todo, no te preocupes.

Cristina aspiró por la nariz, sin dejar de sollozar:

—Gregorio y Ernesto ya revisaron. Dicen que en la sala de juntas se quemaron unos cables, parece que estaban viejos y se sobrecalentaron. Yo nunca revisé bien esas cosas, lo lamento...

—Si fue por los cables, eso no es culpa tuya. Tú eres mujer, ¿cómo podrías saber de electricidad? Mejor vete a descansar. Esperemos el resultado de los bomberos, yo todavía tengo que quedarme aquí un rato.

—Bueno... entonces... ¿podrías darle estas flores a Estefanía? Son de parte mía, de Gregorio y de todos. Al final, somos amigos. Aunque Estefanía no nos soporte, igual esperamos que se recupere pronto.

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