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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 340

—Rompamos todo lazo. No tengo madre ni padre; para mí, ustedes están igual que muertos.

Sofía Rojas apretó el celular tanto que sus dedos se pusieron blancos. Tantos años de resentimiento se le amontonaban en el pecho, como un volcán a punto de explotar.

De no ser por su abuela, hace mucho habría cortado cualquier vínculo con los Rojas.

—De verdad, sí que eres digna nieta de esa vieja. Una señora sin educación solo podía criar a alguien como tú. ¿Cómo te vas a comparar con Isi siquiera un poquito?

—¡Oliver Rojas, cállate!

El grito de Sofía retumbó en la habitación. Arrugó el entrecejo con fuerza al escuchar cómo Oliver se refería a su abuela.

—¿Y tú qué derecho tienes de hablar de mi abuela? A veces pienso que mi papá es un desconocido. Cuando estuve en la cárcel, casi podías ver las ganas que tenías de deshacerte de mí. ¡De verdad, los Rojas me dan asco!

—¿Y las cosas de tu abuela? ¿Ya no te interesan?

Oliver creyó haber encontrado el punto débil de Sofía. Aunque los últimos años había evitado demostrar sus emociones ante ella, ahora dejó caer esa máscara y volvió a asumir ese aire de patriarca autoritario.

—Te lo digo claro: ven ya mismo a la clínica privada de Grupo Cárdenas y dona sangre para Isi. Si lo haces, tal vez deje que te lleves las pertenencias de esa vieja. Si no vienes... las quemo todas.

Su voz era dura, imposible de rechazar. Como si Sofía le debiera algo desde el día en que nació.

A Sofía se le revolvía el estómago cada vez que escuchaba ese tono arrogante. Pero apenas mencionó las cosas que su abuela había dejado, el corazón le dio un vuelco imposible de controlar.

El timbre del celular, que no paraba de sonar, ya había despertado a Bea. Pero la niña, como si entendiera la gravedad del momento, no hizo berrinche ni se quejó; solo abría mucho los ojos, observando a su madre en silencio.

Sofía seguía apretando el celular. Sentía el sabor metálico de la sangre subiéndole a la lengua.

El silencio de Sofía al otro lado de la línea hizo que a Oliver se le dibujara una sonrisa torcida, como si acabara de ganar una gran batalla.

Levantó la barbilla con suficiencia. Estaba seguro de haberla dominado por completo.

—Suite de lujo, tercer piso. No te voy a esperar.

Todos en los Rojas sabían lo mucho que Sofía valoraba cada recuerdo de su abuela.

—¿Tan urgente es? ¿Acaso Isidora ya se está muriendo?

Por fin, Sofía rompió el silencio, su voz tan cortante y seca que hasta el aire se puso tenso.

—Avísame cuando Isidora se muera. A lo mejor hasta me paso por el velorio.

Una sonrisa despectiva se le dibujó en los labios.

Su abuela, aunque siguiera viva, jamás permitiría que Sofía se rebajara ante las amenazas de los Rojas solo por unas pertenencias.

—Ese día, seguro lanzo fuegos artificiales para celebrar.

—Bip, bip—

Apenas terminó de hablar, colgó la llamada.

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