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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 71

—Presidente Cárdenas, ¿alguna vez ha pensado que esa esposa a la que usted no valoró, es como la luna llena para los ojos de otros?

—Pero usted, con sus propias manos, la arrojó al fondo del abismo.

—¿Nunca, en medio de la noche, se ha arrepentido? ¿No le pesa haber alejado a la única persona que de verdad lo amaba…?

Detrás de él, Santiago sintió que todo le daba vueltas por un instante.

Jaime, que estaba cerca, se alarmó y preguntó:

—¿Se encuentra bien, presidente Cárdenas?

Santiago hizo un gesto con la mano, apretando los labios con tal fuerza que se le notaba la tensión.

¿Se había arrepentido alguna vez?

En esas madrugadas solitarias, sentado en el estudio hasta que amanecía, la sombra de la duda lo acechaba.

Pero en el fondo, nunca se arrepintió. Quien comete errores tiene que asumir sus consecuencias. Así era la vida.

Le había dado a ella la oportunidad de redimirse…

...

Mientras tanto, Joel apenas había salido de la oficina cuando su asistente se le acercó con una noticia inquietante: varios grandes clientes estaban cancelando sus contratos con el despacho.

No necesitó más para saber que era obra de Santiago.

Solo él podía mover hilos tan grandes.

Aunque la firma de abogados era joven, Joel había estado al frente de casos importantes y se había ganado la confianza de muchos, sobre todo con el apoyo del Grupo Cárdenas como respaldo. Por eso, los clientes confiaban y los negocios fluían.

Pero ahora, con solo un movimiento de Santiago, todo se tambaleaba. Como si fuera una tormenta a punto de barrerlo todo.

Joel sabía que estaba luchando contra algo mucho más grande. Lo hacía solo por esa “luz de luna” en su corazón, esperando al menos devolverle una pequeña parte de la justicia que merecía.

Sin embargo, la realidad pesaba más. Guardó el celular en la mochila, aunque seguía vibrando sin parar. Ni siquiera necesitaba contestar para adivinar de qué se trataba. El peso de la preocupación le cayó encima.

Si él caía, ya no podría protegerla.

Se odiaba por ser tan incapaz.

Con el ceño fruncido, se frotó la frente mientras subía al carro.

Al poco tiempo, el carro se detuvo en la callecita junto a su casa.

Joel tenía la mente hecha un lío, sobre todo pensando en esos treinta millones de pesos que debía cubrir.

De pronto, su mirada, antes perdida, se fijó en la casa con paredes desgastadas, que ya mostraban los años encima.

Por un momento, los ojos se le afilaron.

Rápido apartó la vista, como queriendo aplastar ese pensamiento absurdo.

...

Sofía había pasado todo el día correteando de aquí para allá.

Al volver a casa, vio que afuera había varios hombres vestidos de traje. Unos tomaban fotos, otros medían con reglas largas, y unos más anotaban cosas en sus libretas.

Sofía, extrañada, entró a la casa. Adentro, Joel platicaba con uno que parecía el líder.

—No te preocupes. Esta casa, aunque vieja, está bien arreglada y en un buen lugar. Cuando la subasten, podré respirar un poco más tranquilo.

—Solo que, después, tendremos que buscar un lugar temporal para vivir.

—Voy a hacer todo lo posible para que tú y Bea no les falte nada. ¿Verdad que seguirán conmigo?

Sofía abrió la boca, a punto de negar.

¿Seguir con él? ¿Eso qué era?

Siempre le había agradecido su apoyo como amigo.

Pero, ¿iba a seguir arrastrándolo con sus problemas?

—No, yo… ya estaba pensando en buscar pronto un lugar para irme con Bea…

Antes de terminar, vio los ojos de Joel, enrojecidos.

Sofía se quedó helada y se tragó lo que iba a decir.

—Ya veremos después —se corrigió.

—Cuando subasten esta casa, podemos irnos al departamento del despacho.

—Ahí hay tres cuartos. Podemos armarle un rincón de juegos a Bea…

No podía ocultar la ilusión de empezar de nuevo.

Solo él sabía que, en el fondo, la mitad era preocupación genuina… y la otra mitad, ese anhelo oculto que no se atrevía a confesar.

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