Mientras subía en el ascensor no paraba de reír, como me encantaría que mi relación con Walter fuera como la que tenían Christine y Bruno, o mis padres, pero por ahora no lo había logrado, tendría que seguir intentándolo.
- "Buenos días Coral, creo que el señor Barone me está esperando."- le dije con mi voz de empleada competente.
- "Si hace ya dos horas, pero me dijo Christine que estabas enferma, ¿Qué haces aquí ahora?."- dijo la asistente con imparcialidad.
Coral no era el alma de las fiestas, y era hasta antipática, pero era una de las mejores asistentes de la empresa después de mi Christine, claro.
- "Ya me repuse, así que me quedaré hasta tarde para suplir las horas que no asistí."- le dije seria, esperando que me dejara pasar al despacho.
Coral me miró con esa mirada de mujer de cincuenta años, que está de vuelta de todo. Su mirada me decía que claro que debía de quedarme y cumplir con mis obligaciones. Esa intransigente mujer sería el sueño de cualquier empresario japones.
- "Ahora está con alguien, lo avisaré por si te deja pasar."- le dijo cogiendo el teléfono para hablar con su jefe. - "Señor Barone, está aquí Caroline Miller, acaba de llegar a la empresa, ¿La hago pasar? ¿o le digo que ...? De acuerdo señor Barone, ahora mismo la paso."- oí como la asistente hablaba con mi jefe. - "Señorita Barone, puede pasar"- me dijo al colgar el teléfono.
Caminé esta la puerta del despacho de mi jefe, y toqué en la puerta antes de entrar, esperando oir que se me diera paso. Yo tengo claro que, aunque soy uno de los herederos de esta empresa, y de muchas bajo el nombre Miller, este es mi trabajo, y como tal yo debo respetar a mi superior directo, esa fue una de las muchas enseñanzas que mis padres nos dieron, valorar a nuestros empleados.
- "Adelante"- oí la voz con marcado acento italiano de mi jefe.
- "Que pasa Bruno, sé que me adoras, pero... ¿Qué haces tú aquí?"- mis bromas al entrar se borraron totalmente al ver a la persona que estaba sentada en el sillón al lado de Bruno, junto a otro hombre trajeado que se encontraba de pie.
- "¡Que alegría Wendy!, yo también te he echado de menos, y sí, estoy muy bien, y mejor de lo que vas a estar tú cuando te comuniqué que trasladé la cede central a Londres. ¿No estas feliz?"- me dijo el primer hombre que quise en mi vida y que querré siempre, pese a ser una maldita pesadilla, porque hemos estado juntos toda la vida.
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