Fabiola miró a Daniel con desconfianza, pensativa durante unos segundos.
—Si tiene sed, señor Daniel, vaya a la recepción y pida algo al personal del hotel. En mi cuarto ya no tengo agua embotellada.
—No es eso... Déjame pasar, quiero sentarme un rato y platicar contigo —insistió Daniel, intentando avanzar hacia el interior de la habitación.
Fabiola lo empujó con fuerza hacia afuera, observándolo con una mirada alerta.
Daniel se quedó pasmado. ¿Esta “conejita”, que aparenta ser tan frágil, tiene tanta fuerza?
Fabiola lo estudió de arriba abajo. Recordó cómo él, el día anterior al darle su tarjeta, había sido irrespetuoso. Tenía razones suficientes para no dejarlo entrar a su cuarto.
—¿En serio, Fabiola? Te ayudé un montón y ¿me dejas aquí afuera, hablando en la puerta? —Daniel miró nervioso a ambos lados—. Si alguien nos ve, va a pensar mal.
Fabiola lo pensó un momento y, a regañadientes, abrió la puerta para dejarlo pasar.
Daniel levantó las cejas, satisfecho. “No es mi culpa, sino de esta conejita que no tiene ni tantita malicia”, pensó.
Fabiola fue directo al frigobar y sacó una bebida para Daniel, aprovechando el momento para hacer una videollamada con Agustín.
Daniel se sentó en el sofá, se acomodó y sonrió de lado, lanzando su comentario con descaro.
—Fabiola, Agustín te va a dejar tarde o temprano, de todos modos ni se va a enterar. ¿Por qué no te animas conmigo? Capaz hasta te pago treinta millones al año... Y mira que sí puedo darte esa cantidad.
Esperaba que Fabiola picara el anzuelo. Para él, era obvio que Fabiola andaba entre Sebastián y Agustín solo por dinero.
—Lo que ellos te dan, yo también puedo —dijo Daniel, seguro de sí mismo.
Fabiola, sin siquiera mirarlo, vació la bebida que le había servido directo al bote de basura. No pensaba dársela a alguien como él.
Daniel soltó un suspiro, resignado.
—¿De verdad soy tan diferente a esos dos?
—Señor Daniel, ahora soy la esposa de Agustín. ¿Se metió a mi cuarto solo para acosarme o está esperando que le sea infiel y me acueste con usted? —Fabiola lo enfrentó, firme.
Daniel tosió, incómodo. Fabiola, con su carita tan inocente, lo había hecho sentir un poco culpable. Pronto Sebastián iba a aparecer con el anciano...

VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Florecer en Cenizas