Entrar Via

Florecer en Cenizas romance Capítulo 218

Paulina miraba a Agustín con una mezcla de admiración y deseo. Lo que la atraía de él era, sin duda, el poderío de la familia Lucero. Lo tenía claro: jamás se dejaría llevar por sus sentimientos hacia Agustín, porque él tenía una lengua tan venenosa que nadie podía soportarlo por mucho tiempo...

Pero con Fabián era distinto. Él era un huérfano, y la familia Barrera lo había acogido; eso hacía que Paulina sintiera que tenía cierto derecho sobre él, como si fuera su dueña. Quizá por eso, se permitía sentir algo por Fabián. El problema era que Fabián ni siquiera se dignaba a mirarla.

—¿Dónde está el abuelo? —Fabián ignoró por completo la presencia de Paulina y le preguntó al mayordomo.

—Señor Fabián, el señor ya se fue a dormir —respondió el mayordomo con una sonrisa cálida—. Hace años que no lo veía, y cada vez se ve más imponente.

Fabián era atractivo, pero su atractivo era muy distinto al de Agustín. Mientras que Agustín desbordaba una energía dominante y extrovertida, Fabián tenía ese aire distante, como sacado de un cómic: un tipo que parece estar por encima de las emociones mundanas. Sus ojos, siempre serenos y con un brillo gélido, daban la impresión de que nada en la vida podía afectarlo.

Desde pequeña, Paulina jamás había visto en Fabián un gesto fuera de lugar. Quizá era por su infancia, marcada por el abandono de sus padres; Fabián parecía ver el mundo a través de una barrera invisible, sin dejar que nada lo tocara ni lo alterara.

A lo largo de todos esos años, nunca se le conoció una novia, ni rumores, ni ambiciones materiales. Paulina incluso pensaba que lo único que lo mantenía en pie era el deseo de retribuirle al abuelo todo lo que había hecho por él.

—¿Acaso no me viste? —Paulina soltó, furiosa porque Fabián la trataba como si ni existiera.

—Perdón, apenas te vi —respondió Fabián con voz tranquila, sin inmutarse.

Fabián no llevaba ningún adorno extra. Vestía un traje hecho a medida, pero en la muñeca no tenía reloj lujoso ni gemelos ostentosos, ni mucho menos joyas costosas. En su mano solo llevaba un rosario de cuentas, el mismo que siempre traía consigo desde que cumplió dieciocho. Ese rosario se lo había regalado el abuelo después de pedirlo a un sacerdote en la iglesia, cuando Fabián estuvo al borde de la muerte por una fiebre misteriosa que ningún doctor pudo diagnosticar. Fue solo después de recibir ese rosario que su fiebre cedió.

Desde entonces, Fabián se volcó en la espiritualidad, y ese rosario jamás lo soltó.

Capítulo 218 1

Verify captcha to read the content.VERIFYCAPTCHA_LABEL

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Florecer en Cenizas