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Florecer en Cenizas romance Capítulo 381

...

Griselda inhaló profundo, tratando de calmarse.

No puede ser...

Agustín y Fabiola sí que hacen buena pareja.

Aun así, Griselda sentía cierto temor hacia Fabián. Aunque el tipo parecía inofensivo, ella podía percibirlo: tenía una fuerza similar a la de Agustín. Esa clase de personas, verdaderos cazadores de élite, siempre transmitían una sensación de peligro que no se podía ignorar.

Griselda quería salir corriendo, pero no había nadie que pudiera rescatarla en ese momento. La situación la estaba poniendo de los nervios.

Durante los años que trabajó como azafata, había aprendido a manejar situaciones complicadas, pero ahora mismo sentía que sus habilidades no le servían de mucho.

—Señor Fabián... la verdad, yo creo que ellos dos no...

La mirada de Fabián se endureció de inmediato.

—Decidir si se separan o no, no me corresponde a mí decirlo —corrigió Griselda al instante.

—Entonces, señorita Griselda, ¿no le gustaría ayudarme? Yo sí estoy interesado en Fabiola, y si ella estuviera conmigo, todos podríamos convivir mejor —Fabián sonrió, pero su sonrisa resultaba inquietante.

Griselda pensó que debía ir a contarle todo a Agustín. Fabián ni siquiera se molestaba en disimular que quería llevarse a Fabiola.

Pero, a decir verdad, Griselda prefería ese descaro, era mucho mejor que las intrigas a escondidas. Al menos Fabián no era una persona sucia.

Aun así, en ese momento, Griselda solo quería huir.

De pronto, apareció Gastón de la nada y se metió justo entre Fabián y Griselda, con su carita de niño bueno.

—Griselda, mi bicicleta se descompuso, y el chofer viene por mí. ¿Tú y Fabiola quieren que las lleve?

Gastón tenía ese aire inocente y alegre, como un perrito travieso bajo el sol. Su energía no podía ser más distinta a la de Fabián, aunque, por alguna razón, ambos resultaban igual de pegajosos.

—Señorita, ¿tiene curitas? Me caí hace rato y me duele mucho —dijo Gastón, mirando su rodilla herida con cara de niño indefenso. De verdad se había raspado.

Para Griselda, fue como ver aparecer a su salvador. Agarró el brazo de Gastón y miró a Fabián.

—Disculpe, señor Fabián, pero el niño se lastimó. Voy a comprarle algo para curarlo.

Sin esperar respuesta, jaló a Gastón y se lo llevó casi corriendo.

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