Sebastián salió de la oficina. Julián no aceptó de inmediato la propuesta de Sebastián; seguro quería tener todo perfectamente controlado antes de dar el siguiente paso.
Una vez que entregara las acciones, si después quería recuperarlas, tendría que recurrir a artimañas.
Y lo único con lo que Julián podía chantajear a Sebastián era su madre y la actual situación de Renata Benítez, quien seguía en prisión.
Renata eventualmente saldría libre, y Sebastián siempre había demostrado que le importaba mucho su hermana.
—Papá, ¡no puedes darle todas las acciones a Sebastián! Si se las das, ¿entonces yo qué? —Lucas explotó al escuchar que Julián pensaba cederle las acciones a Sebastián, su enojo era evidente.
—¿Cuál es la prisa? —Julián, sentado en su silla, miró a Lucas con calma—. Si todo siguiera su cauce normal, con lo mucho que él ha hecho por el Grupo Benítez, al final lo que tú recibirías sería apenas una parte, a menos que Sebastián cometiera un error grave.
Lucas, molesto, se dejó caer en una silla cercana.
—Le damos todas las acciones, que él se encargue de convencer a Agustín de invertir. Si lo logra, es porque tiene capacidad, pero si no puede, tendrá que regresar las acciones. En caso de que Agustín sí meta dinero, nosotros nos encargamos de sabotear el proyecto en secreto. Cuando el proyecto falle y Agustín pierda su lana, Sebastián no tendrá cómo librarse, y lo obligaremos a renunciar y te dejará todas las acciones a ti —Julián trató de tranquilizar a Lucas, como si estuviera explicándole un plan infalible.
Dicen que el cariño de un papá depende de la mujer que más le importa, y en este caso no era la excepción.
El corazón de Julián siempre estuvo con la mamá de Lucas, por eso él recibía todos los privilegios.
—¿Y si de plano no quiere devolverlas? —Lucas frunció el ceño, dudando que Sebastián fuera a soltar lo que ya tenía en las manos.
—Toda la directiva del Grupo Benítez está de mi lado. Si él mete la pata, todos lo presionarán para que renuncie. Pero, además, tengo su punto débil: su mamá. Sebastián le tiene pavor a que yo me divorcie de su mamá. Si llego a pedirle el divorcio, ella no lo soportaría; y si él no entrega las acciones, yo pido el divorcio y así ni Renata tendría quién la ayude —Julián se mostraba seguro, convencido de que conocía perfectamente a su hijo mayor.
Desde niño, Sebastián había sido muy apegado a su madre. Julián apostaba a que al final, él cedería.
Lucas torció la boca, reacio a aceptar que todo el futuro de la familia Benítez no fuera solo para él.
Al ver que Julián ya se estaba impacientando, Lucas finalmente cedió:
—Está bien, papá, ya entendí.
—Y otra cosa: al final, tú y Sebastián son hermanos. No importa lo que pase, es mejor que se lleven bien, eso es lo más importante —Julián le recordó con seriedad.

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