—Sofía… ¿tú sabes por qué el señor Agustín nunca se ha casado en todos estos años? —preguntó Fabiola, solo por curiosidad.
En Ciudad de la Luna Creciente, Agustín jamás había estado envuelto en escándalos, y pasando de los treinta, ni siquiera se le conocía un amorío. Por eso el abuelo vivía tan preocupado, presionándolo para que se casara.
Sin embargo, Fabiola dudaba que Agustín no tuviera ningún pasado amoroso.
Después de todo, Sebastián había estado profundamente enamorado de Martina, tanto que incluso estuvo dispuesto a esperar a que ella se divorciara para poder casarse con ella.
—Ah… —Sofía se puso nerviosa, claramente temerosa de decir algo indebido.
—Sofía, tú sabes que lo mío con el señor Agustín es solo un matrimonio por contrato. La neta, somos como compañeros de trabajo, nada más. No te preocupes, solo quiero conocerlo un poco mejor, no vaya a ser que después meta la pata —le confesó Fabiola, queriendo averiguar más sobre Agustín. Si esa tal Vanessa de verdad era hija de su gran amor, por más mandona que fuera, tendría que aguantarse.
Fabiola conocía demasiado bien a las chicas ricas de familias poderosas, como Silvia Renata, todas consentidas hasta el cansancio.
Agustín parecía incluso más sobreprotector que Sebastián, así que ni imaginar cómo sería la hija de alguien así, seguro igual de mandona.
—La mamá de la señorita Vanessa… sí fue el primer amor del señor —empezó Sofía en voz baja—, pero había bastante diferencia de edad entre ellos… Ocho años, para ser exactos.
Fabiola escuchaba muy atenta, bien chismosa.
—En esa época, el señor todavía era un chamaco, tenía dieciocho, diecinueve años, y enamorarse de su maestra pues… era un escándalo. El señor Agustín se topó con la desaprobación total de su papá, que decía que esa mujer era una desvergonzada, que ni siquiera estaba casada, y para colmo, ya tenía una hija. Decía que ella lo había seducido, así que los separó a la fuerza. Luego, parece que el señor discutió a gritos con su papá y, de coraje, se fue al extranjero —contó Sofía animada, casi como si estuviera narrando una telenovela.
Fabiola estaba fascinada con el drama de la historia. Un verdadero novelón de ricos.
Mientras probaba su pastel de tres leches, seguía escuchando a Sofía.
Total, como eran pareja por contrato y no había sentimientos de por medio, nada le afectaba lo que contaran.
—Después, el señor se fue a estudiar a Nueva Córdoba y se llevó consigo tanto a la señorita Vanessa como a su madre. Los tres vivieron allá unos años. El abuelo ya no aguantó más, así que le pidió al señor que volviera, prometiéndole que aceptaría su relación. Pero, no sé cómo estuvo la cosa, la mujer terminó lanzándose al río allá en Nueva Córdoba. Nunca encontraron el cuerpo. El señor regresó solo, trayendo a la niña consigo.
La manera en que la niñera relataba todo le daba un aire de misterio.
Este amor imposible de ricos era un enredo de esos que te dejan con la boca abierta.


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