—Tomás y yo vamos a regresar el próximo mes, Fabiola, ¿por qué no te vienes con nosotros? —Frida estaba sentada en la orilla de la cama, acurrucando a su bebé en brazos, mientras miraba a Fabiola con cierta preocupación.
Ella también había recibido el aviso de Fabián: Roberto estaba al borde de la muerte.
Ahora, en Ciudad de la Luna Creciente, el ambiente estaba tenso. Todos los grupos de poder se movían en secreto, esperando la muerte del patriarca. Todos apostaban a que, como le ocurrió a la familia Lucero, la familia Barrera caería en el caos, y que el Grupo Barrera cambiaría para siempre.
Fabiola asintió despacio.
Ya era hora de regresar.
—Mi mentor me presentó a varias personas del medio y en este tiempo he ganado varios premios. Cuando regrese a Ciudad de la Luna Creciente, quiero abrir mi propio estudio —mientras hablaba, Fabiola jugaba con el bebé en los brazos de Frida y le regaló una sonrisa cálida.
Había venido a estudiar para pulirse, para ganar experiencia y fortalecer sus alas.
Solo superando a Paulina y Héctor en el mundo de la arquitectura y el desarrollo inmobiliario, y destrozando el último orgullo que les quedaba, podría tener la carta más fuerte en sus manos.
—En dos semanas habrá un concurso de arquitectura en Costa Esmeralda. Es la competencia más importante de toda la región, y todos los proyectos se exhibirán de forma pública y transparente. Si ganas el primer lugar, tu estudio arrancará con el pie derecho —Frida apretó la mano de Fabiola—. Cuando volvamos, te presentaré a algunos de los arquitectos más conocidos del país. Son tus mayores, así que será bueno que conozcas un poco los gustos de los jueces. Seguro eso te ayuda con tu proyecto.
Fabiola asintió.
Había comenzado a prepararse para ese concurso desde que llegó a Italia.
No podía permitirse perder.
Porque en esa competencia, su mayor rival sería Paulina.
La fama que Paulina ansiaba, Fabiola estaba decidida a arrebatársela.
De lo contrario, Paulina tendría la oportunidad de regresar a la familia Barrera y pelear por la herencia.
—Fabiola… —Frida seguía sujetándole la mano, dudando.
Quería decirle que ella era la verdadera heredera de la familia Barrera.

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