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Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 22

Alexander se encontraba en un restaurante en compañía de sus pequeños. Miró su reloj y frunció el ceño al ver que Madison no llegaba. En ese momento su chofer ingresó y le entregó el móvil que había olvidado en la oficina. De inmediato le llamó; sin embargo, de nada le sirvió ya que ella no le respondió.

— ¿En dónde estarás? —cuestionó con algo de preocupación.

— ¿Listos para ordenar? —el mesero preguntó.

Frunció los labios con molestia.

—Sí, queremos la número 3 —indicó y se acercó para acomodar a los gemelos en las sillas periqueras.

En cuanto le fue llevada la cena, Alexander les sirvió una porción pequeña y los 3 comenzaron a comerla.

— ¿Les gustó la pizza? —cuestionó mirando a ambos.

—Sí —respondió Liam y Noah estiró sus manos para que lo sacara de la silla

—Allá —el pequeño indicó.

— ¿Quieren jugar en los juegos? —cuestionó él.

—Sí —respondieron ambos.

Alexander pasó un rato con los niños y volvió a mirar su móvil, sin tener señal alguna de Madison.

«¿En dónde estás?», envió un mensaje de texto y no tuvo respuesta.

****

Después de haberse encontrado con James, Madison no pudo evitar recordar lo vivido con él, su barbilla tembló cuando a su mente llegó el espantoso encuentro que tuvo con aquella despiadada mujer, que no solo la despedazó, sino que la humilló como nunca nadie lo había hecho en toda su vida.

— ¿Por qué teníamos que volver a encontrarnos? —susurró mientras limpiaba un par de lágrimas que escurrieron sobre sus mejillas.

Sacudió su rostro al ver que la camioneta en la que viajaba se estacionaba en el hospital. De inmediato limpió sus mejillas y se dirigió a la cita que tenía.

En cuanto se anunció, la recepcionista la dirigió al consultorio del doctor Seville.

—La señora Walton —mencionó con amabilidad la mujer.

—Tome asiento —el médico de inmediato la atendió.

—Gracias —refirió ella.

El médico observó los ojos llorosos de la joven y suspiró profundo.

—Lamento mucho haberle ocasionado esta pena, mi intención era comunicarme con Alexander, pero tengo que reconocer que muy en el fondo, agradezco que usted me respondiera.

— ¿Qué tan grave es lo que tiene Alexander? —cuestionó.

El hombre presionó con fuerza los labios.

—Mucho —indicó—, retomé su tratamiento hace poco, cuando recién se mudó a Nueva York, pero por desgracia, cuando parecía ir mejorando, las cosas cambiaron.

— Va a… ¿Morir? —preguntó con voz temblorosa.

Madison separó los labios en una gran O, y se llevó las manos a su pecho al escuchar al médico hablar, presionó sus párpados con fuerza buscando liberar un par de lágrimas.

Al salir del hospital, solicitó al chofer que la esperara y caminó hacia central park, y se sentó sobre una banca, en donde permaneció un largo rato, intentando desahogarse luego de todo lo que le había ocurrido.

— ¡No puede ser! —exclamó sin poder creerlo. — ¿Que se supone que tengo que hacer? —se preguntó. — ¿Le digo que estoy enterada de su secreto?, ¿O finjo no saber nada? —mordió su labio inferior.

Al darse cuenta que estaba completamente oscurecido, regresó hacia el vehículo.

—Su teléfono no ha parado de sonar —dijo el chofer.

Madison lo tomó y se dio cuenta que había varias llamadas de Alexander, además de un par de mensajes.

—Llévame a casa, por favor —solicitó.

***

Cuando Madison ingresó a la residencia donde vivía, eran las 9:45 pm, frunció el ceño al recordar que habían quedado de verse en un restaurante.

—Buenas noches, señora Walton. —Alexander encendió la luz de la sala, en donde la esperaba, desde que los gemelos se habían quedado dormidos.

La verdosa mirada de Alexander siguió el andar de la chica, quedándose pensativo.

«¿Quién te habrá enviado ese mensaje que te puso tan nerviosa», se cuestionó y se retiró a su habitación.

****

Madison se encontraba en su oficina trabajando, intentaba concentrarse en las modificaciones que le habían solicitado, cuando ingresó Alexander.

— ¿Te falta mucho? —él cuestionó con seriedad.

Ella desvió su mirada.

— ¿Tenemos alguna reunión que olvidé? —indagó.

—No, nada de eso —refirió—, es hora de comer. —Le mostró un par de charolas que llevaba y se dirigió a la sala sin decir más.

Madison no pudo evitar sonreír y dejó todo lo que estaba haciendo, para dirigirse hacia donde estaba él.

—Te lo agradezco —expresó con sinceridad—, estoy un poco hambrienta—, destapó uno de los contenedores, y ambos comenzaron a comer.

Alexander tomó una servilleta y la dirigió con lentitud, hacia su rostro de la chica.

—Tienes una mancha de sopa —aclaró y limpió con suavidad su mejilla.

El corazón de Madison se agitó al sentir su mano en su rostro. Sus ojos se fijaron en los labios de él y de pronto se fueron acercando como si un extraño imán los fuese atrayendo, justo cuando estaban por besarse, tocaron a la puerta.

—Disculpe que los interrumpa, pero le acaban de traer esto. —La secretaria mostró un hermoso ramo de rosas rojas.

Madison abrió los ojos de par en par, al ver que lo dejaba en su escritorio.

En cuanto la mujer salió de la oficina, Alexander la tomó de las muñecas y la haló hacia él.

— ¿Me puedes decir quién demonios te trae flores? —bramó con gran molestia.

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