Olivia elevó su mentón e inhaló profundo, intentando apaciguar el dolor que sentía al verlos juntos. Se reprimió mentalmento por haber ingresado, sin esperar a que llegara la asistente, pero no estaba segura de que la fuera a recibir.
—Necesito que hablemos —expresó presionando sus puños.
Alexander entrelazó los dedos a los de su esposa y se quedó pensativo.
—Tienes cinco minutos —indicó con frialdad, cuando se lo proponía solía dejar salir a aquel hombre duro, sin sentimientos que aparentó ser por mucho tiempo.
—Es muy poco tiempo —manifestó sintiendo que le faltaba la voz.
—Pues aprovéchalo —dijo con dureza.
— ¿Podemos hacerlo a solas?
Alexander bufó.
—Mi esposa y yo no tenemos secretos —afirmó con seguridad.
—Para mí sería mejor a solas —solicitó, y su barbilla tembló.
Alexander miró su reloj, entonces miró a Madison quien le dio un ligero apretón en su mano.
—No tengo problema porque hablen a solas, confío plenamente en mi esposo. —Dio un beso en los labios, tomó su Ipad y su bolso—, te veo en unos minutos.
—Toma asiento —solicitó a Olivia, mientras él permanecía recargado sobre su escritorio.
Olivia miró con detenimiento su oficina, apreció cada detalle del lugar, los muebles de madera, los libros que había en los entrepaños, hasta que su mirada se detuvo en las fotografías familiares que tenía sobre su escritorio de cristal.
—Es una pena que lo haya arruinado todo —pronunció con un atisbo de tristeza, mientras sus manos temblorosas tomaban uno de los portarretratos.
—No estábamos destinados a estar juntos —Alexader intervino—, cuando se ama no se engaña, no se ocultan cosas, siempre se habla con la verdad.
Olivia inhaló profundo.
— ¿A ella si le perdonas que estuviera con otro hombre? —cuestionó aclarándose la voz.
Frunció el ceño y elevó el mentón.
— ¿Qué quieres decir?
—Supe lo que le ocurrió —manifestó—, supe que se acostó con ese hombre, y parece no haberte importado, ¿por qué a ella si la perdonaste y a mi no?
Los ojos de Alexander se desorbitaron.
—Cuida lo que dices, que no se te olvide que de quien hablas es de mi esposa, la madre de mis hijos —sentenció—. No sé cómo te atreves a venir y a hablar de esa forma, ¿quién te crees que eres?
—Soy la mujer que nunca te ha dejado de amar, que cada día de su vida, se ha lamentado el haberte traicionado, que siente un vacío muy grande aquí. —Señaló su pecho.
—Tienes un hijo, debería ser todo para ti.
—Pero no lo es —respondió—, si hubiera sido tuyo, sería distinto, si llevara tus ojos como los de ellos, sería la mujer más feliz del mundo, pero lleva los ojos de… —Se soltó a llorar.
—No vamos a llegar a nada con esta conversación, no debiste venir —inquirió y se encaminó a la puerta.
—Me suspendieron del trabajo, lo he perdido todo —narró—, si me denuncias, no quedará nada de mí, perderé lo único que me ha sostenido hasta el momento.
Alexander resopló.
—Aclárame una cosa, ¿por qué decidiste actuar a espaldas del doctor Seville?
—Deseaba salvarte la vida, y ganarme tu perdón… y hacer con eso, que volviera conmigo
—Eres peor de lo que imagine. —Rodó los ojos—, no puedo hacer nada por ti, no hay nadie con Madison y nunca lo habrá.
—No te importa que fue de otro hombre. —Su mirada tembló.
La fulminó con la mirada.
—Madison, no le pertenece a nadie —enfatizó—, vete de aquí, solicitaré que no te permitan el acceso. —Su fría mirada la fulminó.
Olivia se aferró a su bolso y lo miró con los ojos cristalizados.
—Te vas a arrepentir, lo juro. —Se giró en su eje y se alejó.
***
Alison se encontraba sentada en una de las sillas del antecomedor de la cocina, acompañada de la cocinera, quien le estaba acercando algunos ingredientes que le solicitó la chica.
—De ahora en adelante cada que venga, lo haces pasar —ordenó.
Instantes después, Mike se asomó por la cocina.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó con preocupación.
— ¡Un pastel! —expresó con entusiasmo.
Se sorprendió al observar lo bien que se veía, justo Alison lo giraba sobre una base para cubrirlo con más chocolate.
—Es muy lindo, pero tienes que guardar reposo —la reprendió—, ya veo porque me llamó tu papá para avisarme que estaría fuera, no confiaba en ti. —Se acercó a ella y de inmediato la tomó entre sus brazos y comenzó a caminar con ella.
Alison se sorprendió ante su reacción, de inmediato ancló sus brazos a su cuello, una vez en su habitación, la recostó con toda la delicadeza que pudo.
—No puedo creer que salieras de la cama —reprochó. — ¿Acaso no sabes seguir indicaciones?
No pudo evitar recordar la primera vez que lo conoció y la regañó por llegar tarde, amenazándola con hacer que la llevaran presa.
—A mí también me da gusto verte. —Sonrió sin poder evitarlo, de inmediato se acomodó la trenza hacia uno de sus hombros.
Mike se derritió ante sus palabras y su semblante cambió, su mirada se enfocó en sus ojos azules.
—También me da gusto verte —refirió, acercando una de sus manos para reiterar un par de cabellos que se asomaban en su rostro.
Alison cerró sus ojos, al sentir las yemas de sus dedos rozar su frente, estremeciendo con aquella pequeña caricia.
—Eres muy testadura —reprochó.
—Tenía antojo de algo dulce —contestó sin poder dejar de mirarlo—, es la primera vez que preparo uno —dijo orgullosa, de pronto presionó con fuerza sus dientes ante el fuerte espasmo que llegó a su dorso.
Mike se movilizó y tomó los análgésicos.
—Tómatelos —solicitó—, parece que tendré que permanecer aquí para cuidar de ti. —Señaló hacia el sillón.
Pasó saliva con dificultad al escucharlo y sus pupilas se dilataron por completo.
— ¿Escuché bien? —preguntó con agitación.

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